A mi abuela, Dulcinea, que hizo de su vida la lucha y de su lucha nuestras vidas
Nuestra herencia militante tiene un silencio en el que caben muchos nombres, un silencio que va haciéndose más y más grande con el paso del tiempo. El de Dulcinea Bellido Carvajal es uno de esos nombres que, al igual que tantos otros, guarda detrás una historia de lucha incansable.
Nace en Valencia del Ventoso, Badajoz, un 19 de abril de 1936. Es en esa España del hambre y la miseria, en el seno de una familia campesina y represaliada tras la guerra, donde se cría la primera década de su vida, comenzando a trabajar a los ocho años en el servicio doméstico de una de las familias acaudaladas de la zona.
El espíritu combativo de Dulcinea Bellido, fuertemente influenciado por ese contexto opresivo y desigual —primero del campo y después, a partir de 1947, de un barrio de chabolas madrileño cercano a la Avenida Daroca—, es lo que la empuja a organizarse en las las filas del PCE a sus diecisiete años, en 1953. En ese tiempo conoce al que será su marido, Luís Lucio Lobato, y junto a quien es detenida por primera vez en 1956.
A raíz de una segunda detención de Lobato, en 1959, Bellido pasa a ocupar un papel fundamental, junto con Carmen Rodríguez —mujer de Simón Sánchez Montero, también preso—, en la puesta en marcha de la estrategia del Partido al respecto de la organización de la mujer obrera en torno a un frente de masas propio. Actúan, por un lado, de enlace entre los encarcelados y los cuadros dirigentes del PCE y, por otro, de conexión entre los grupos de mujeres de presos y las camaradas organizadas en las células del Partido. Las redes de apoyo que se construyen en estas agrupaciones, así como la lucha mediante movilizaciones y reuniones con autoridades franquistas, constituyen la principal herramienta política en la campaña por la amnistía, y Bellido y Rodríguez pasan a formar “un tándem temido en los despachos ministeriales”.
Esta idea de un frente de masas que organice a la mujer en torno a problemáticas concretas, como la lucha por la amnistía, contra la carestía o por la mejora de las condiciones de vida en los barrios, cristaliza en la fundación del Movimiento Democrático de Mujeres, en 1965, de la mano de Dulcinea Bellido, Mercedes Comabella, Mª Dolors Calvet y Rosalía Sender. A pesar de las distintas corrientes internas dentro de la organización, que protagonizan sendos debates sobre el papel político que juega el MDM en la lucha de la mujer, es la postura unificadora de Bellido, así como su carácter tenaz y laborioso, lo que la posiciona en un lugar central hasta mediados de los años 70.
Dulcinea concibe el MDM como un espacio desde el cual impulsar tanto tareas más solidarias como una firme oposición a la dictadura y una férrea defensa de los derechos de las mujeres. Es por ello que la intervención de la organización no está limitada a espacios ya politizados, donde también intentan tener influencia, sino que trata de acceder al grueso de mujeres de clase trabajadora valiéndose de las propias herramientas que les brinda el régimen: organizaciones católicas, el Club de Amigos de la Unesco o las Asociaciones de Amas de Casa, que ya están legalizadas.
En 1975, el Movimiento Democrático de Mujeres es el principal impulsor de las I Jornadas por la Liberación de la Mujer, encuentro al que asisten más de 500 mujeres de todo el estado. En estas jornadas se plantean diversos debates en torno a la cuestión de la mujer y su papel político, siendo uno de los principales el de la militancia de la mujer al margen de las estructuras partidarias. Dulcinea, que es una mujer de Partido y que no concibe la lucha por la emancipación de la mujer obrera al margen de este, defiende frente a otras posturas la necesidad de que la lucha de la mujer se dé tanto desde frentes de masas como en el seno del Partido.
Ese mismo año pasa a formar parte del Comité Central del PCE, siendo una de las diecisiete mujeres miembro, y un año después, en 1976, Bellido queda al frente de la Comisión del Comité Central para la Cuestión Femenina. Este área, conformada a raíz de la II Conferencia Nacional del PCE, se enfoca en la derogación de las discriminaciones jurídicas, la amnistía para presas por motivos políticos o la equiparación de salarios, entre otros puntos programáticos. Así, en las elecciones de 1977, Bellido va en sexto puesto por la lista de Madrid, encabezada por Santiago Carrillo.
Muere en 2001, en Madrid, tras toda una vida dedicada a una lucha incansable. Hoy, en Valencia del Ventoso, en la fachada de la casa que la vio nacer, una placa rinde homenaje a su historia arrojando algo de voz a ese silencio que todavía tiñe gran parte de nuestra historia militante. Es por ello nuestro deber el seguir dando palabra a todas esas historias silenciadas; conocerlas para aprender de ellas y recoger el testigo en aras de continuar su legado de lucha.