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Resolución del Consejo Central de los Colectivos de Jóvenes Comunistas (CJC)

 

La causa palestina, como ocurriera en otros momentos históricos con la lucha de otros pueblos contra las agresiones imperialistas, estremece y moviliza hoy al estudiantado combativo de todo el mundo, que acampando en las universidades simboliza y articula políticamente la necesidad de alterar el normal discurrir de una realidad que contempla el genocidio, la aniquilación de todo un pueblo, como algo simplemente plausible. Nueva York, Bolonia, Atenas, Londres, Madrid, Granada, Barcelona, etc. la solidaridad internacionalista ha ido contagiándose entre los estudiantes de todo el planeta, cubriendo hoy prácticamente en su totalidad el mapa de las principales ciudades de nuestro país. El movimiento estudiantil se activa y recompone hoy en la solidaridad y la lucha contra la barbarie imperialista.

En los lineamientos que transversalmente han presidido la mayoría de acampadas y protestas en nuestro país, se puede detectar un aprendizaje de lo que fue el ciclo estudiantil anterior, como parte del ciclo de protestas que siguió a la crisis de 2008, y un proceso creciente de toma de conciencia entre sectores de la juventud trabajadora. Entre estos postulados, la crítica al carácter cómplice del Gobierno y del resto de partidos e instituciones burguesas con el genocidio; o la denuncia y negativa a la cooptación e instrumentalización socialdemócrata, pacifista de palabra y cooperadora de hecho, han permitido evidenciar que la solidaridad con Palestina debe ser enteramente independiente, no puede quedar subordinada a las agendas electorales o institucionales, encerrada y atrofiada en el pacifismo burgués o en el cinismo diplomático. La solidaridad expresada en estas acampadas ha buscado articularse directamente entre los oprimidos y concretarse en confianza genuina en las propias fuerzas organizadas del estudiantado.

Esta solidaridad independiente de los estudiantes movilizados, para no diluirse, para no quedar reducida a un momento de efervescencia fruto de la indignación que provoca lo que está aconteciendo en Palestina, debe intensificarse, ensancharse y estructurarse, ampliando y elevando el horizonte y las formas de la lucha, convertirse en un primer paso en la apertura de un nuevo ciclo de lucha estudiantil. Para ello, un aspecto fundamental es profundizar en nuestros análisis y postulados, afilar nuestras herramientas de crítica y clarificar nuestros objetivos. La Juventud Comunista, los CJC, no como organización ajena sino participante en las acampadas por Palestina, queremos contribuir a ello con la presente resolución.

Cualquier caracterización del conflicto que ha movilizado al estudiantado y, con anterioridad, a otros sectores obreros y populares en España y el resto del mundo, debe partir de que el pueblo palestino está sufriendo hoy una guerra de exterminio. Frente a esto, todo lo que no sea el apoyo al derecho de Palestina a defenderse y a luchar, por todos los medios, por su liberación nacional, significa ponerse del lado del colonizador, del Estado sionista de Israel. Si se comparte que se está ante una guerra de exterminio, cualquier signo mínimo de complicidad podrá tener un coste político o reputacional mayor o menor en la actualidad, pero será condenado con rotundidad ante los ojos de la historia.

Palestina vive una situación de carácter extraordinario pues, al igual que el Sáhara Occidental, es una entidad colonial. Palestina es dependiente de la ayuda internacional y de la economía israelí, en cuyas empresas (tanto en Israel como en los asentamientos ilegales) están empleados más de 130.000 palestinos -sometidos al sistema de permisos e intermediarios laborales- cuya aportación al PIB ronda el 40%. Israel es el destinatario de más del 80% de las exportaciones palestinas y es el origen de más del 60% de las importaciones. Sobre la base del llamado “Protocolo de París”, de 1994, los territorios palestinos no tienen autonomía comercial, Israel cobra los impuestos bajo el compromiso de transferirlos posteriormente a la ANP y toda la explotación de recursos energéticos en estos territorios está controlada por empresas israelíes, estando obligadas las autoridades palestinas a “importar” de Israel la mayoría de la energía que consume, a pesar de ser producida con recursos de su territorio. Toda posición política sobre el conflicto debe partir, en consecuencia, del componente colonial y su interrelación con un momento de agudización de las contradicciones interimperialistas.

Ante las crecientes dificultades de acumulación, las potencias y bloques capitalistas intensifican sus pugnas por el control de mercados, rutas de transporte y recursos. Dado el altísimo nivel de interdependencia desigual en el que se desenvuelve el sistema imperialista internacional, cada conflicto agrava las tensiones, abocándonos en la actualidad a una espiral bélica que amenaza con generalizarse. El genocidio palestino se convierte hoy en el ojo del huracán de una escalada regional de tensiones que tiene lugar en el Mediterráneo Oriental y en el Mar Rojo y sus alrededores. Mientras, en Europa, las adquisiciones de armas por parte de la UE han subido un 94% entre 2019 y 2023 con respecto al periodo 2014-2018.

El deber de la clase obrera y del estudiantado, de todas las capas trabajadoras y populares de España es, en este contexto, luchar en primer lugar contra nuestras burguesías nacionales, los partidos e instituciones a su servicio y las alianzas supraestatales de las que forma parte: la UE y la OTAN. Su carácter complice con el genocidio palestino, la alianza del bloque imperialista euroatlántico con Israel, demuestra que su moralidad no es más que lo que dictan las necesidades de la acumulación capitalista.

Porque, efectivamente, en el capitalismo, más aún en su etapa monopolista, la guerra, la reacción, la barbarie en general, que acontece en los actos más atroces y visibles pero también en el día a día de forma silenciosa, completamente naturalizada y convertida en ley; es no solo plausible, sino inevitable, por ser consecuencia inherente a sus propias dinámicas estructurales. Pero esto no debe significar resignación y desaliento, sino una nueva voluntad política fundamentada en la comprensión de la necesidad de superar el capitalismo, y de la vía muerta que representa el intento de transformarlo pacíficamente o dotarlo de un «rostro humano».

Nada tenemos que ganar la juventud trabajadora en las disputas entre capitalistas, ni en los programas de sus representantes, los cuales expresan formas distintas de aplicación de un mismo consenso. Como ocurriera en los inicios del siglo pasado, cuando la juventud obrera inicio su organización consciente a través de la lucha contra el aumento de la explotación y contra el militarismo capitalista, contra la instrucción obligatoria y los reclutamientos que servían para usar a los jóvenes como carne de cañón contra sus hermanos de clase en las guerra de rapiña o en la represión de huelgas y motines proletarios; hoy que suenan tambores de guerra y de nuevo la maquinaria propagandística burguesa coloca en el debate público la posible utilización de los jóvenes como avanzadilla de guerra, siendo ya avanzadilla en la actualización de las formas de explotación; la juventud trabajadora y estudiante tiene la oportunidad y la necesidad de abrir nuevos caminos.

La solidaridad independiente, que evidencia una voluntad de ruptura y politización en una parte aún pequeña pero significativa de jóvenes, debe ser el primer paso hacia una práctica política independiente. Una práctica política que cambie su eje de acción desde la comprensión científica de la realidad, desplegando su actividad en una lucha hombro con hombro, como expresión de la coincidencia de intereses entre los distintos individuos que conforman la clase obrera, y clase contra clase, como expresión del antagonismo de estos intereses con lo de los capitalistas y todo el entramado institucional a su servicio.

La vinculación de la guerra a su génesis en el modo de producción capitalista permite comprenderla en relación al resto de violencias fruto de este sistema, dibujando un mapa general de la explotación y caducidad del capitalismo y desarrollando una lucha contra todas sus expresiones. Impugnarlo todo, para transformarlo todo. Lucha que debe ir paulatinamente ensanchándose y perfeccionando su estructuración, generando un tejido organizado que nos permita imponer nuestros intereses, independientemente de si cuadran con los cálculos de los estadistas del capital.

En particular, en el movimiento estudiantil, algunos de los caracteres de una acción independiente que abra y potencie un nuevo ciclo de lucha aprendiendo de los errores y aciertos del ciclo anterior, pueden rastrearse con facilidad en las acampadas de estos días. El contagio progresivo en todas las regiones evidencia la necesidad de una acción organizada a nivel estatal, que golpee unificadamente en todos los puntos del país. La solidaridad espontánea demostrada por organizaciones y colectivos de trabajadores empuja a reforzar la unidad entre el movimiento obrero y estudiantil; no reducida a algo puntual, sino permanente. La involucración activa de un amplio número de estudiantes, la participación en las asambleas y la toma democrática y colectiva de decisiones, esencial para mantener y fortalecer la protesta, demuestran la necesidad de contar con canales regulares y propios de participación y decisión del estudiantado.

Esto lo hemos podido ver en el movimiento de las acampadas; que puede por tanto leerse como un primer momento en la definición de las formas y canales de un movimiento estudiantil que ha aprendido de sí mismo. Independencia, unidad y democracia implican también una propuesta organizativa capaz de articularlas; capaz de superar el aislacionismo y el localismo y vincular las reivindicaciones hacia las propias universidades con la denuncia general del papel del gobierno y el Estado en el sistema imperialista mundial; capaz también de articular la lucha estudiantil a distintos niveles de encuadramiento, que posibilitan la participación amplia y democrática del estudiantado, demuestran la organización sindical como mejor vía para su estructuración permanente y permiten superar en acción independiente, constante, sostenida y multifacética la espontaneidad del movimiento de masas y sus inherentes momentos de activación y desactivación.

Los Colectivos de Jóvenes Comunistas, presentes en cada acampada que los estudiantes levantan a lo largo y ancho del país, llamamos y trabajamos, por tanto,

1) por sustanciar la unidad reivindicativa y programática demostrada en una coordinación real de la protesta y acción de todas las acampadas;

2) por que, frente las tentativas de instrumentalización socialdemócrata de la protesta y la inacción y paternalismo de las universidades, se intensifique la combatividad desde las claves políticas de la independencia del movimiento estudiantil; y con la voluntad de sustanciar en victorias reales las protestas desarrolladas.

3) por superar la coyunturalidad en organización permanente y sostenida del estudiantado militante. Fortalecer el movimiento revolucionario implica pensar en cómo sustanciar organizativamente los momentos ascensionales del movimiento de masas. Después de las acampadas, la lucha sigue; y necesitamos, urgentemente, enfrentarla fortalecidos. Hoy, contra el genocidio israelí y la implicación de nuestras universidades, nuestros gobiernos y sus alianzas; mañana, contra cada manifestación de violencia imperialista; y siempre, contra su naturaleza de explotación y guerra.

Miles de jóvenes llevan ya varios días acampando en las universidades de todo el país, decidiendo en reuniones y asambleas la mejor forma de proseguir su lucha. Estos estudiantes, en un aprendizaje acelerado de organización, democracia y lucha de clases, significan hoy una esperanza gigante que va más allá de las fronteras del movimiento estudiantil. Demuestran prácticamente la esencia y contenido político del internacionalismo proletario. Demuestran también que han comprendido cuáles son sus tareas, y sin miedo se disponen a acometerlas. El cierre del ciclo de movilización iniciado en 2008 se saldó con valiosos aprendizajes; que no se perdieron. Y no lo hicieron pues existió continuidad teórica y práctica a través de las estructuras sindicales de organización estudiantil, que permitieron que la síntesis de esta experiencia colectiva no cayese en el olvido sino que fuera la piedra de toque para dibujar su camino presente y futuro.

Hoy, el movimiento estudiantil demuestra con la contundencia de los hechos la posibilidad de recorrer ese camino. Lo hace de la única forma que puede hacerse: caminando, y aprendiendo en el propio hacer; dando forma y dirección a su propio compromiso militante y al sentimiento de solidaridad con el pueblo palestino de miles de estudiantes en nuestro país. Los jóvenes comunistas, en estos tiempos en los que ante un presente de guerra y de muerte gobierna la resignación, no podemos sino destacar este hecho como un factor de ilusión y esperanza internacionalista y revolucionaria, que llamamos a que se contagie y extienda al conjunto del pueblo trabajador y sus luchas en nuestro país.

Que viva la lucha de los estudiantes.
¡Palestina vencerá!