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Revista JuventudRubén Cabezón

Breves apuntes sobre la Huelga General del 14 de diciembre de 1988

By 14/12/2022No Comments

Cinco, cuatro, tres, dos, uno… cero. Son las doce de la noche del 14 de diciembre de 1988. Se hace el silencio en todos los televisores de España. Los trabajadores de RTVE interrumpen todas las emisiones tal y como habían decidido de forma colectiva en las diversas asambleas celebradas en Torrespaña. Se iniciaba así la mayor Huelga General de la democracia en España, pillando por sorpresa a Felipe González que aquel día cenaba con el presidente de Austria en La Moncloa. 

Un mes y medio antes, en el Consejo de Ministros del 28 de octubre, Manuel Chaves presenta el «Plan de Empleo Juvenil». El Gobierno del PSOE pretende crear una modalidad de contrato para jóvenes de entre 16 y 25 años en el que durante 18 meses perciban el Salario Mínimo Interprofesional de la época —44.000 pesetas, unos 740€ actuales corrigiendo la inflación— y permitiendo que los empresarios no paguen cuotas a la Seguridad Social por ellos; precarizando aún más las condiciones de trabajo de la juventud trabajadora en un momento en el que el paro juvenil se situaba en casi un 40%. 

 

Piquetes de los manifestantes en Madrid durante la Huelga General del 14 de diciembre de 1988.

La reciente entrada de España en la Comunidad Económica Europea, en 1986, requería de una política de “reconversión industrial” que adaptase nuestras fuerzas productivas al contexto europeo y a nuestro nuevo papel en la división internacional del trabajo. Esto pasaba por destruir las condiciones conquistadas por la clase obrera organizada en los sectores más combativos (minería, astilleros o el metal…) a la vez que se introducían mecanismos de abaratamiento de la fuerza de trabajo. La clase obrera vio que, mientras algunos pocos se enriquecían cada vez más con la exportación de capitales, sus condiciones de vida únicamente empeoraban. Lo que se vendía como progreso, modernización, no era más que progreso en el arte de exprimir el sudor de nuestra clase; y los obreros y obreras de este país no estaban dispuestos a aceptarlo.

Aquel miércoles de diciembre casi ocho millones de trabajadores —el 95% de la población activa— dejaron de producir y se sumaron a la convocatoria de los sindicatos. Entre sus reivindicaciones estaban la aprobación de un plan contra el desempleo juvenil que no pasara por la creación del contrato de inserción, aumento de las pensiones más bajas hasta el SMI, aumento salarial para los empleados públicos que compensase la pérdida de poder adquisitivo y un incremento de la cobertura por desempleo. Las centrales sindicales abandonaron la mesa de diálogo, empujados por un Gobierno inflexible, y llamaron a los trabajadores a parar la producción. 

Hoy, 34 años después, podemos seguir hablando de aquella huelga general como un ejemplo de que la unidad y la organización de la clase obrera tiene la capacidad de torcer el brazo de los capitalistas y quienes gobiernan a su favor. El 15 de diciembre, el día después de la huelga, el Gobierno socialdemócrata de Felipe González no pudo más que ceder a las reivindicaciones. 

No obstante, la política general del Gobierno se mantuvo intacta, alineada con lo que pedía Europa y exigía la agudización de las tendencias del capitalismo, mismo suelo social que favoreció las condiciones para el progresivo desmembramiento del movimiento sindical y su mayoritaria orientación reformista y pactista. Diez meses más tarde, el PSOE obtendría mayoría absoluta de nuevo en las elecciones generales y los contratos “basura” acabarían por asentarse años después, entre otros ataques que el conjunto de la clase tuvo que soportar en la década de los 90, en plena ofensiva del capital contra el trabajo. 

Cargas policiales durante la jornada de Huelga General.

Hoy el espíritu de aquel «Plan de Empleo Juvenil» sigue vigente y se ha materializado de diversas maneras: las sucesivas reformas laborales, el Plan de Garantía Juvenil, la extensión del sistema dual de formación, el Estatuto del Becario… confirman a la fuerza de trabajo juvenil como punta de lanza de los ataques y el aumento de la explotación sobre el conjunto de la clase obrera. Por eso, inmersos en un proceso de intensificación de la explotación bajo el paradigma de la flexiseguridad y el trabajo a demanda, la palabra precariedad nos parece inseparable de las condiciones de vida y trabajo de los y las jóvenes.

Como toda experiencia en la historia del movimiento obrero, no son pocos los aprendizajes que hoy, quienes asumimos la tarea de organizar la lucha de los y las jóvenes por un mundo nuevo, podemos extraer de aquel 14D. En primer lugar, que independientemente de los caprichos y voluntades de un gobierno u otro, es el desarrollo del sistema capitalista lo que delimita los márgenes de posibilidad de su gestión. Por eso, la segunda enseñanza es que no hay gestión capitalista favorable a los intereses de la clase obrera si esta no se organiza y unifica bajo un programa político independiente, el programa comunista.

Obras del Estadio Olímpico de Barcelona, durante el 14 de diciembre de 1988.

La tercera enseñanza es que toda experiencia victoriosa de la lucha de nuestra clase en el capitalismo es temporal. Por tanto, debe servirnos para educarnos en la lucha de clases, reagruparnos, fortalecernos política e ideológicamente, comenzar a preparar la próxima batalla y darla en mejores condiciones que la anterior con el objetivo paciente y sostenido de generar un vasto tejido de organización obrera y popular capaz de poner en jaque al sistema capitalista y conquistar una sociedad libre de explotación.