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AsturiasCampañas

Asturias y pobreza, un idilio preocupante

By 02/01/2022junio 10th, 2022No Comments

Hace no mucho, algunos y algunas estaban en todos los medios dándose golpes en el pecho por la buena gestión de la vacunación contra la Covid-19 (sin duda algo positivo y que ha de ser reconocido principalmente a esos trabajadores y trabajadoras que lo han hecho posible) y, de paso, aprovechando el tirón para promocionar el turismo en nuestra tierra. Tierra con una gastronomía abundante y deliciosa, con unas gentes amables y acogedoras y que desborda belleza, tanta como precariedad y pobreza.

Recientemente hemos vuelto a ser noticia, pero no precisamente por algo que merezca ser festejado: Asturias ha logrado situarse a la cabeza en la tasa de desigualdad de toda España.

Una de cal y otra de arena, aunque la cal va ganando por goleada.

Desde el 2008 la tasa de pobreza ha aumentado un 68%. Al mismo tiempo, gana contribuyentes acaudalados (+9,4%), y estos no dejan de aumentar sus fortunas (llegando a los 9.000 millones en total).

En la misma línea, el volumen de población en el umbral de la pobreza relativa es del 22,2%. Y, ¿qué es el umbral de pobreza relativo? Es un término acuñado por la ONU para los países desarrollados, en el que quedan por debajo aquellos que ingresan menos de la mitad del ingreso medio del país. Esto significa que 226.000 asturianos viven con menos de 802€ por Unidad de Consumo.

Para seguir aportando algún dato más, el 27,7% de la población (282.000 personas) está en riesgo de pobreza y/o exclusión social (+3,1% respecto a 2019, más de 30.000 personas), con un importante aumento de mujeres respecto a hombres.

Podríamos continuar con una larga lista que no deja de empeorar cuanto más ahondamos en diversas parcelas (como pueden ser el impago de alquileres, privaciones materiales…), pero no es objeto de este artículo hacer una enumeración interminable.

Los titulares de la prensa local han encontrado un fácil chivo expiatorio al que señalar como culpable de todos nuestros problemas: la Covid-19. Asimismo, la oposición política culpa al PSOE asturiano de aquello que ellos mismos también provocan allá donde gobiernan.

La cuestión es que nadie aquí hace autocrítica y asume sus culpas por el cierre de industria, la dependencia del sector terciario, el aumento de la precariedad laboral (empleos temporales y mal remunerados, así como la alta tasa de desempleo), la ausencia total de un plan de futuro, la continua pérdida de población… Y por supuesto, nadie, absolutamente nadie en el arco parlamentario, hace un análisis materialista de la situación ni enfoca sus políticas en el origen real del problema: el modo de producción capitalista, bien sea en su versión socialdemócrata o liberal.

Mientras que tratamos de curar el cáncer con aspirina, tanto Asturias como España (por no irnos más allá), navegan a la deriva siguiendo órdenes europeas y que todos, desde Vox a Podemos, aceptarían sin rechistar y nos presentarían con más o menos maquillaje y muchas luces de neón.

Aquí los que seguimos perdiendo somos los mismos: esa clase obrera que sigue imparable en su pérdida de poder adquisitivo y de calidad de vida.

Pero, ¿y qué hay de la juventud?

Como CJC (Colectivos  de Jóvenes Comunistas), este ámbito nos toca un poco más de cerca y, al igual que hicimos en párrafos anteriores, vamos a esbozar algunos de los datos más relevantes:

Nuestra Comunidad Autónoma cuenta con 1/3 de su población joven en riesgo de pobreza y el porcentaje más bajo de población activa de toda España (39,2%). El desempleo entre los jóvenes de 16 a 29 años es del 30,7% y, entre los de 30 a 35 años, más del 35% viven con sus padres ante la incapacidad económica de emanciparse.

Raro sería que alguno de los lectores de este pequeño artículo no conozca a alguien que, por un motivo u otro, haya abandonado nuestra región. Jóvenes en muchos casos forzados a emigrar a otras CCAA o a países extranjeros, donde pasarán a ser mano de obra barata y cumplir esa función que aquí desempeñan los llegados de otras latitudes, pero que sin embargo compensa más que seguir viviendo entre el desempleo, la incertidumbre, la precariedad y, lo más importante: la falta de esperanza.

No es algo extraño que con este cóctel incendiario nos encontremos con que somos primeros en otro ámbito: el de suicidios. Aunque los últimos datos oficiales con los que contamos son los relativos a 2019, en los que Asturias lideraba ya este penoso ranking, todo parece indicar (según la percepción de los trabajadores de la salud) que este año la cosa no ha ido a menos, si no que, por el contrario, se ha registrado un preocupante incremento en las atenciones de urgencias relativas a trastornos alimenticios, autolesiones, intentos de suicidios, cuadros depresivos y de ansiedad… Todo esto agravado por la Covid-19, los confinamientos, restricciones y empeoramiento de las condiciones laborales y de vida de la clase obrera y, por descontado, de sus hijos e hijas.

Y hacemos hincapié en el término agravado, porque tanto la prensa local como estatal centran sus análisis y titulares en que esto son consecuencias de la pandemia (al igual que la crisis económica), como si no viniésemos arrastrando graves problemas con anterioridad. No es nuevo aquello de tratar de ocultar con sucesos inesperados y/o repentinos lo que es una consecuencia directa del sistema y del proceso de su larga descomposición.

¿Y qué es lo que nos ofrece la ‘’socialdemocracia’’ regional para afrontar los problemas de toda índole que sufrimos? Las mismas recetas del gobierno ‘’más progresista del mundo’’, en perfecta sintonía entre ellos y con lo que nos viene sugerido desde Bruselas. Mientras tanto, los trabajadores y trabajadoras seguimos sufriendo despidos, desahucios, pérdida de poder adquisitivo y la aniquilación total de la ilusión y esperanza de poder construir un proyecto de vida en nuestra tierrina.

Hoy, como hace cien años, y con la lucha de clases más acentuada que nunca (aunque nos hagan pensar lo contrario), la respuesta debe ser la de la organización popular, formación, solidaridad y unidad de clase. ¡Basta ya de negociar y pactar con el enemigo, cuyos objetivos son diametralmente opuestos a los nuestros! El programa y las condiciones del pueblo trabajador deben ser exigidas e impuestas, porque somos la inmensa mayoría y ya que todo lo producimos, todo lo queremos.

Por una vida que disfrutemos vivir.