Comienza un nuevo curso académico para muchos estudiantes, lleno de incertidumbre tras afrontar las duras condiciones a causa de la crisis económica y dejando tras de sí un curso anómalo por las insuficientes medidas tomadas en la educación pública. Una crisis que se arrastra desde hace años y que se ha visto agravada durante la pandemia. Sin embargo, para otros muchos que tenían intención de comenzar un Grado Medio o Superior de Formación Profesional, no habrá inicio de curso.
Hace unas semanas saltaba la noticia de que solamente 14.976 estudiantes de un total de 32.952 aspirantes han logrado plaza; es decir, la friolera de 17.976 estudiantes, el 56% de los aspirantes que contemplaban realizar una FP de Grado Superior en la educación pública. En los Grados Medios encontramos una situación igualmente desoladora, puesto que, de las 28.013 solicitudes realizadas, sólo 21.075 han sido aceptadas; es decir, 6.938 (el 25% de los solicitantes) se han quedado fuera. La Formación Profesional pública, que para muchos estudiantes era la única vía posible para continuar estudiando, es una opción cada vez más inalcanzable.
La falta de plazas en centros públicos de Formación Profesional en Madrid no es un fenómeno reciente. A pesar del aumento de la demanda en este ciclo formativo, en la última década se han perdido un 22% de las plazas de FP pública de la comunidad, con el consiguiente aumento del 27% al 44% del estudiantado matriculado en centros concertados y privados. Esto responde a una estrategia deliberada de desviación de alumnos a la educación privada, que además se ha visto agudizada con la entrada del gobierno de Ayuso.
La solución que propone el gobierno es subvencionar a la educación privada con 18,5 millones de euros en becas para la FP privada, dejando nuevamente a miles de estudiantes fuera de la educación pública. Queda claro que el único objetivo de ofrecer estas becas es beneficiar a los centros privados, que ya superan en número a los centros públicos, haciéndoles concesiones a costa de esquilmar la educación pública. Además, estas becas, que rondan desde los 400 hasta los 3.000 euros, son a todas luces insuficientes, ya que las matrículas en estos centros privados pueden ascender hasta los 7.000 euros. Estas cuantías son inasumibles para una gran mayoría de la clase obrera, lo que materialmente imposibilita el acceso de los hijos e hijas del pueblo trabajador a la educación.
No sólo se coarta el acceso de miles de estudiantes de clase obrera a poder cursar sus estudios, sino que favorecen que las empresas aumenten su control directo en la educación. Esta clara tendencia privatizadora viene respaldada por el apoyo institucional para que, además de vía de reproducción ideológica, la educación continúe siendo también un espacio para la acumulación de capital en el contexto de crisis actual. Así, se fomenta que sean agentes privados quienes doten de recursos a los centros, acelerando un proceso que ya venía produciéndose de manera paulatina desde la anterior crisis, y que se desarrolla sobre una base social especialmente empobrecida.
La imposibilidad de muchos estudiantes de continuar con su formación los coloca en una posición de profunda vulnerabilidad e incertidumbre, ahondando en una realidad laboral juvenil que se define por la cronificación de la eventualidad, temporalidad y la elevadísima tasa de paro juvenil que asciende al 34% en la Comunidad de Madrid.
En un sistema permeable a las necesidades productivas del momento, encontramos a miles de jóvenes condenados a la precariedad más absoluta y con cada vez menos posibilidades; condiciones que además repercuten de forma negativa y cada vez más evidente en la salud mental de una juventud que se enfrenta a un futuro que diariamente se vuelve más incierto.
La juventud estudiante y trabajadora es la principal damnificada de estas políticas que permiten ajustar el sistema educativo a las necesidades y ritmos de la producción, abrir nichos de mercado en la educación y reducir a la baja las condiciones salariales de la juventud a través de mano de obra muchas veces gratuita facilitada a las empresas por el Gobierno. Y todo esto se da en un contexto marcado por la inestabilidad, en el que cada día aumenta más el precio del alquiler y la luz, en el que para poder continuar estudiando muchos estudiantes tienen que recurrir a la compaginarlo con trabajos de miseria, y en el que la emancipación se vuelve un imposible.
Nos encontramos con una juventud sin perspectivas de estabilidad a medio-largo plazo, que no puede apenas plantearse construir un proyecto de vida. Esta realidad socioeconómica determina así una pauta de vida y una subjetividad: los jóvenes vivimos en una permanente inmediatez ante la falta de perspectivas, en una sensación constante de cambio, riesgo y desprotección. Nos encontramos sumidos en unas condiciones completamente agotadoras y desesperanzadoras, lo que dificulta enormemente la organización política y sindical. Ante este panorama, no sorprende que cada vez sean más acusados los problemas psicológicos entre la juventud y el aumento del consumo de psicofármacos como forma de hacer frente a una realidad que cada vez parece tener menos salida.
Igualmente, este tipo de políticas de carácter privatizador siguen la lógica que viene marcando el gobierno de la Comunidad de Madrid desde hace décadas. Así,por ejemplo, ya vimos como el año pasado se favorecía a la educación privada-concertada cuando los profesores COVID se quedaban en sus aulas mientras no eran renovados en los institutos públicos. Por otro lado, este proceso privatizador ya lo hemos podido ver en otros sectores y servicios públicos (como el transporte o la sanidad) con fases y partes privatizadas, directamente para fomentar la acumulación de capital de algunos grandes empresarios
Desde los CJC Madrid, mostramos nuestra oposición frontal y total a cada una de las medidas que buscan la explotación y la depauperación de nuestra clase, de un sistema incompatible con la vida. Llamamos al conjunto de los jóvenes madrileños a organizarse, a tomar parte activa en cada movilización y en sus centros de estudios para poder construir una educación que responda a las necesidades de nuestra clase y gestionada por los propios trabajadores, familias y estudiantes. Está en manos de la clase obrera y su juventud transformar la realidad y superar el sistema capitalista, que diariamente nos aboca a la más absoluta miseria. Conformarnos no puede seguir siendo una opción, es hora del asalto por nuestra educación.