El pasado sábado, 22 de octubre, el Colectivo de Jóvenes Comunistas de Gijón (Asturias), organizamos una actividad bajo el nombre de “Un paseo por el Gijón de la Guerra”. Con ella queríamos recordar la importancia que tiene este mes para la lucha obrera en un territorio como Asturias, pues como escribió Pedro Garfias en 1937:
“dos veces, dos, has tenido
ocasión para jugarte
la vida en una partida
y las dos te la jugaste…”
Y es que, en estas fechas, la clase obrera asturiana no sólo tuvo la valentía de levantarse en armas en la revolución de octubre de 1934, sino que dos años más tarde volvió a demostrar de nuevo su arrojo, esta vez contra el bando golpista en la Guerra Civil (Guerra Nacional-Revolucionaria en nuestra jerga). La lucha en Asturias comenzó con el levantamiento del bando sublevado en julio de 1936 y terminó con la caída de Gijón en 1937, que supuso, a su vez, el fin del Frente Norte, el último bastión de defensa Republicano en el sector occidental del país. Con esta actividad cultural pretendíamos recordar cómo se vivió el conflicto en la ciudad gijonesa y los esfuerzos realizados por la clase obrera para mantener esa última línea de resistencia.
Comenzamos el recorrido en el cementerio de Ceares, un lugar clave para entender el impacto de la Guerra Civil en Gijón, especialmente la represión ejercida por el régimen cuando se erigió como vencedor del conflicto. En él hay una pared, conocida como el Paredón, donde se rinde homenaje a los fusilados en ese mismo lugar. A pocos metros, dentro del mismo recinto, encontramos un monolito rodeado por cuatro lápidas que marca el punto donde se encuentra la fosa común del Sucu, donde, actualmente, se estima que fueron enterradas unas 3000 víctimas de la represión posterior a la guerra entre 1937 y 1951, aunque algunas estimaciones hechas en la década de 1990 elevan esa cifra a 5000. Estos cuerpos no solo provenían de los fusilados en el Paredón, sino que también se habrían llevado allí a los paseados en otros lugares de Gijón, los ejecutados por los tribunales franquistas y los muertos en cárceles como la del Coto o en campos de concentración como el del Cerillero. El recuerdo de estas víctimas sería mucho más difícil sin la lucha de Rafaela Lozana de Córdoba, quien en los años 50 se plantó ante la Iglesia y las autoridades del régimen para que los restos encontrados en la fosa, entre ellos los de su propio hijo, no fuesen destruidos ni trasladados al Valle de los Caídos. También para que fuesen reconocidos, consiguiendo que en 1960 se construyese un pequeño memorial sobre el lugar. No sería hasta el año 2010 cuando, acogiéndose a la ley de memoria histórica vigente en aquel momento, el Ayuntamiento de Gijón instaló un monumento con los nombres de las víctimas identificadas.
Habiendo recordado a las víctimas y abandonado el Cementerio de Ceares, la ruta se dirigió al antiguo Cuartel de Simancas. En el traslado de un punto a otro se hizo una pequeña parada ante el edificio del Patronato San José, tomado por los Republicanos y utilizado como hospital para atender a la población civil herida durante el conflicto. Mientras esto sucedía, el ya mencionado cuartel protagonizó uno de los episodios más importantes de la Guerra Civil en Gijón y en el Frente Norte en general. El día del golpe de estado los 550 militares acuartelados en Simancas salieron con intención de tomar la ciudad, pero su mala organización y la fuerte resistencia de las milicias republicanas les forzó a volver al lugar del que habían salido. Comenzó así un asedio que duró aproximadamente un mes debido a, por un lado, la falta de armamento entre la resistencia Republicana, que se dedicó a asediar a base de dinamita y, sobre todo, por el apoyo marítimo del crucero Almirante Cervera, que bombardeaba la ciudad para retrasar la toma del cuartel donde se encontraban las tropas sublevadas. Finalmente, el 21 de agosto los Republicanos toman el lugar. Este episodio fue posteriormente utilizado por el aparato ideológico franquista que elevó a los militares golpistas refugiados en Simancas a la categoría de mártires y les dedicó varios homenajes en la ciudad como un monumento de varios metros de altura que aún hoy en día se puede observar en la fachada del edificio.
Desde Simancas llegamos al paseo de Begoña, lugar donde se produjo una breve batalla entre las tropas Republicanas y las sublevadas, ganando aquellas y obligando a estas últimas a replegarse de nuevo hacia el cuartel. En esta calle también advertimos la importancia de la red de refugios creada en la ciudad de Gijón, pues en ella se construyó un refugio de dimensiones considerables, con una capacidad de alrededor de 800 personas, para proteger a la población civil de la acción de los aviones y los barcos de guerra, que dispararon contra la ciudad prácticamente a diario a lo largo de la contienda.
La siguiente parada fue la plaza del Instituto (Parchís) y la aledaña calle Jovellanos. Aquí se encuentra la Casa Blanca, que fue la sede del Consejo Interprovincial de Asturias y León, creado en 1936 y cuya función era organizar el gobierno político y militar durante el conflicto, transmitiendo órdenes a los comités locales a través del Boletín de Guerra del Frente Popular. Tras la caída de Santander en agosto de 1937, y ante el avance de las tropas sublevadas, este órgano se autoproclamaría soberano, pasando a denominarse “Consejo Soberano de Asturias y León”, y constituyéndose como la principal autoridad y creando una situación de poder dual con respecto al gobierno republicano. Ello fue acusado como “cantonalismo” por los miembros comunistas presentes en este consejo, como Juan Ambou, quien consideraba que el deber revolucionario pasaba por mantenerse leales al Gobierno de la República y organizar la resistencia hasta donde fuera humana, política y militarmente posible.
Una vez expuesta la organización del gobierno en la retaguardia asturiana, se hizo un pequeño recorrido por el centro de la ciudad para observar los lugares en los que se ubicaron algunas de las instituciones creadas durante la Guerra Civil (5). Algunos edificios permanecen en un relativo buen estado y conservan una estética similar a la de preguerra, como puede ser la antigua sede de la Junta de Defensa Civil, que se encargó de la construcción de refugios en la ciudad para proteger a la población civil y de dar indicaciones a esta para garantizar su seguridad durante el conflicto. Mientras tanto otros como la Delegación de Movilización, responsable de la defensa de la ciudad, han sido sustituidos por otros edificios más modernos y otros, como la sede del Comité de Investigación y Vigilancia, o Salud Pública, cuya misión era canalizar las acusaciones y cargos contra personas de oponerse a la República en la retaguardia, fueron convertidos y dedicados a un uso comercial, dada su ubicación céntrica en la ciudad.
Acercándonos al final de la ruta, llegamos al Palacio de Revillagigedo (6), que durante el conflicto sirvió como cuartel para las milicias de autodefensa organizadas por los sindicatos y partidos de izquierdas de la ciudad, las cuales jugaron un importante papel defendiendo la ciudad de Gijón ante los levantamientos del bando sublevado. En el propio palacio y en sus alrededores hay varios accesos a uno de los refugios más grandes construidos en la ciudad de Gijón para proteger a la población civil de los bombardeos, el túnel de Cimadevilla, mucho mayor en dimensiones al construido en Begoña, teniendo una capacidad estimada para unas 1200 personas. Como explicamos anteriormente, la presencia de aviones de combate y buques de guerra bombardeando la ciudad fue constante desde julio de 1936 hasta octubre de 1937, por lo que, rápidamente, las autoridades republicanas construyeron túneles y habilitaron sótanos y portales a modo de refugio que permitieran albergar a la población civil durante los ataques.
Terminamos llegando al cerro de Santa Catalina (7), enclave militar histórico de la ciudad, y donde la guarnición sitiada tras pasarse al bando sublevado al estallar la guerra, se rindió sin ofrecer resistencia a las milicias Republicanas. Desde este elevado lugar puede observarse el Musel (8) y el puerto de la ciudad de Gijón, lugares donde se organizó la evacuación de parte del ejército Republicano y la población civil en octubre de 1937, cuando las tropas del bando sublevado estaban ya rodeando la ciudad. La caída de Gijón tuvo lugar el 21 de octubre de ese mismo año a manos de la IX Brigada Navarra, momento tras el cual comenzará la represión política, aquella que recordábamos al comienzo de este itinerario.
No obstante, con este acto, los Jóvenes Comunistas de Asturias no pretendemos quedarnos en un mero ejercicio de memoria histórica. Queremos erigirnos como los herederos de los esfuerzos realizados por la clase obrera en 1934 y 1936. Retomar así el hilo rojo de figuras como Aida Lafuente o Juan Ambou, quienes, ante la violencia ejercida contra su clase, no dudaron en cumplir con el histórico deber de organizar al pueblo trabajador en la lucha por la conquista de su libertad.