Este Primero de Mayo, después de un año donde no pudimos salir a las calles, los CJC volvimos, junto al PCTE, a recorrer las avenidas y calles de todo el país. Tras más de un año de pandemia, los jóvenes trabajadores hemos cargado en nuestras espaldas con gran parte del peso de las consecuencias de la crisis catalizada por el COVID.
Todos los problemas que ya veníamos sufriendo de forma previa a la pandemia se han visto aumentados. Despidos, ERTEs que se han convertido en ERES, listas del paro interminables, temporalidad, inseguridad en nuestros trabajos con falta de EPIs… Además, nos han vendido falsos discursos. Nos han puesto entre la espada y la pared, diciéndonos que todos estamos en el mismo barco, que el virus no entiende de clases.
Pero sí lo hace. Lo hace cuando nosotros poblamos los metros abarrotados de camino al trabajo. Lo hace cuando compartimos pisos de escasos 30 m² para 5 personas. Lo hace cuando somos quienes se han expuesto al virus trabajando en las residencias y hospitales, en los supermercados, en la hostelería, en los trabajos de reparto a domicilio. Somos nosotros, quienes han hecho todo funcionar, quienes han estado encerrados para todo menos para trabajar.
Nos han hecho también cargar con el peso de la culpa. A lo largo de toda la pandemia nos han responsabilizado de los contagios, de ser irresponsables. Pero recordamos bien cómo éramos nosotros quienes poblábamos las asociaciones vecinales, quienes creábamos despensas solidarias, o quienes realizábamos tareas de ayuda a los más vulnerables por el virus.
Por todo ello este Primero de Mayo hemos salido por todas las calles del país a decir que no nos vamos a resignar ante sus dilemas, ante lo que nos dicen que es lo único posible. A decir, una vez más, que vamos a conquistar un mundo radicalmente distinto. Un mundo en el que todo nos pertenezca.
¡Viva el Primero de Mayo!
