En este 2022 se cumplen 80 años del fallecimiento de José Díaz Ramos. A través de esta nueva entrega de «Héroes y vidas» queremos divulgar y honrar la memoria del que fue uno de los máximos dirigentes de la historia del comunismo en España, un destacado y querido líder del movimiento obrero.
Nació en Sevilla un 27 de abril de 1896, proveniente de una familia obrera, de padre panadero y madre tabaquera, y desde niño empezó de aprendiz en el mismo oficio que su padre, en una tahona. Su primer acercamiento a la lucha sindical fue con dieciocho años, cuando ingresó en La Aurora, sociedad de obreros panaderos que posteriormente se adhirió a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Por entonces, en 1917, un joven «Pepe» empezaba a forjarse y a liderar las primeras luchas de su gremio, logrando las reivindicaciones económicas propuestas. Al calor del aumento de la conflictividad social y la intensificación de la lucha de clases entre 1918 y 1920, etapa que pasó a conocerse como el trienio bolchevique, organizó nuevas huelgas del gremio e impulsó la Federación Local de la CNT.
A lo largo de la década de los años veinte, José Díaz sufrió durante diferentes momentos la persecución y represión por parte de la dictadura de Primo de Rivera, que llegó a ilegalizar al Partido Comunista de España (PCE) y a la CNT, de la que Díaz fue miembro hasta 1927, año en el que además ingresa al Partido.
En 1920, después de una huelga general llevada a cabo en Sevilla, José Díaz y otros compañeros llegaron a Madrid tras salir de la ciudad andaluza al ser perseguidos por la policía y la guardia civil. En la capital fue detenido en 1925, sufriendo tortura e intimidación de diversas formas, lo cual no impidió que mantuviera siempre su compromiso político. Este largo tiempo que pasó detenido en la cárcel le permitió reflexionar sobre su experiencia en el movimiento obrero, leer algunas obras marxistas y conocer y simpatizar con la teoría y la práctica que había llevado a los obreros rusos al triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Al volver a Sevilla, y perteneciendo ya al Socorro Rojo Internacional, comenzó a reorganizar el Partido en su ciudad de origen, sin ser aún militante del mismo. Además, reactivó su actividad sindical, teniendo claro que «lo importante es tener donde reunir a los obreros». Este primer contacto con un escaso grupo de militantes, que conformaban la organización, le llevó rápidamente a tomar partido y a tener responsabilidades locales. La huelga general de 1928 contra la dictadura y su experiencia ligada a la lucha de masas hizo que le diera un impulso a la vida del Partido. Hasta 1930 siguió trabajando de panadero, momento en el que acude durante nueve meses a la Escuela Leninista de la Unión Soviética. El aprendizaje en esta Escuela le amplió su formación ideológica, lo que permitió que, tras su regreso a España y el advenimiento de la II República, ocupara la Secretaría Política del Comité Regional de Andalucía.
Tras las importantes huelgas de 1931 y 1932, se llegaría al IV Congreso del PCE en marzo de este último año con un desarrollo organizativo mayor al que se había tenido durante la década anterior. Este Congreso, precisamente celebrado en Sevilla por tener una organización más fuerte, dio un giro sustancial al Partido y su política. Aunque José Bullejos salió reelegido para la secretaría, fue a finales del mes de septiembre cuando se designó a José Díaz como Secretario General, pasando a dirigir la recomposición del Partido y dejando atrás la crisis interna que acabó con la expulsión del grupo liderado por Bullejos. José Díaz tardaría en comenzar a ejercer como Secretario General debido a que estaba encarcelado tras participar en el 1º de Mayo de 1932. Tan sólo pudo ser puesto en libertad después de que los obreros sevillanos reunieran las 5.000 pesetas de la fianza.
Especialmente a partir de este momento, la vida de José Díaz está vinculada al desarrollo y consolidación del Partido Comunista como fuerza revolucionaria, pasando de unos 12.000 militantes a finales de 1932 a alrededor de 250.000 en marzo de 1937 y los 340.000 a finales de año. En el periodo que lideró al PCE, entre la II República y la dictadura franquista, en España y en Europa se vivieron tiempos de creciente fuerza de la reacción. José Díaz, al frente del Partido, elaboró una política de unidad obrera, popular y antifascista. En 1935 acudió, junto a la delegación española, al VII Congreso de la Internacional, donde las urgencias de la unidad contra el fascismo derivarían en la política errática del Frente Popular. A pesar de ello, los escritos y discursos de José Díaz sobre la unidad antifascista y la lucha frente al fascismo, recogidos en su obra Tres años de lucha, son un patrimonio brillante y lleno de heroísmo del proletariado español.
Con una salud bastante delicada, ya en diciembre de 1938, Díaz tuvo que salir de España rumbo a Leningrado, donde fue operado. Durante su tiempo en la URSS trabajó como miembro del Secretariado de la Internacional, siendo responsable de la organización en España, Latinoamérica y la India. Tras el ataque del nazismo a la Unión Soviética, fue evacuado en 1941 a Tiflis (Georgia), donde finalmente falleció un 20 de marzo de 1942 de forma trágica. Desde entonces, José Díaz fue y es recordado en todo el mundo por su trayectoria política al frente de las luchas obreras. El poeta Pedro Garfias le dedicó tras su muerte el poema A la muerte de José Díaz, publicado en Mundo Obrero en 1947:
«De punta a punta correrá la España
-triste mirar y voz descolorida-,
pasará sobre el surco como un soplo,
que apenas mueve la temprana espiga,
el humo de la fábrica, elocuente,
pintará de dolor el claro día,
los ojos lo dirán, no las palabras:
Ha muerto José Díaz.
Ha muerto José Díaz, compañeros,
rodeado de muerte, ha muerto José Díaz
en nuestra Rusia, bajo el sol que avanza
¡Rodeado de vida!»
Este año se cumple el ochenta aniversario del fallecimiento de José Díaz, dirigente obrero y Secretario General del PCE desde 1932 hasta su muerte en 1942. Con una vida infatigable dedicada a la causa de los trabajadores, conmemoramos su memoria para reconocer la necesidad de seguir construyendo ese Partido que «Pepe» representó humildemente y con un temple revolucionario único.