Carta de los últimos secretarios generales de los CJC
El 25 de enero de este año tuvimos la oportunidad de intervenir en el festival en conmemoración de los 40 años de los CJC organizado por quienes hoy, con la misma juventud y entusiasmo que nuestras generaciones en su día, pero con mucha, muchísima mayor capacidad militante, forman parte de sus filas. No queremos que esta carta sea una mera repetición de lo que allí se dijo, hay ya artículos en este número que abordan los distintos episodios y sucesos de la historia de los CJC en profundidad, con la pasión que otorga el sentirse profundamente identificado con unas siglas, pero, seguramente, con menor afectación que los aquí firmantes. Precisamente, lo que sí queremos que sea esta carta es una reivindicación, una muestra de admiración y orgullo por quienes conforman hoy los CJC que esperamos aliente, aunque sea un poco, a cada uno de sus militantes, y acerque, aunque solo sea un poquito más, a otros jóvenes a dar el paso a la militancia.
Creemos por tanto que conviene empezar la carta señalando una evidencia que algunos, en el marco del cuadragésimo aniversario, han parecido empeñados en obviar. Por si la coincidencia de las siglas y la continuidad histórica no fuesen suficiente, los secretarios generales de los últimos 20 años de los CJC creemos necesario insistir en que los CJC de hoy, organización juvenil del Partido Comunista de los Trabajadores de España, son los únicos y legítimos herederos de toda la historia que comienza en 1985.
Los aniversarios tienen esta lastimosa tendencia a convertirse en rito nostálgico, una tendencia que debiera ser ajena a la tradición revolucionaria pero que, sin embargo y por desgracia, se ha hecho costumbre como reflejo de la psicología resistencialista que ha caracterizado durante años a nuestro movimiento. Si a lo largo del presente número del Juventud! los CJC echan la vista atrás con el objetivo de comprender y desarrollar mejor su acción revolucionaria en el presente, nosotros queremos colocar la vista en el presente con el objetivo de situar revolucionariamente el pasado.
Los CJC nacen en 1985, dirigidos inicialmente y de manera provisional por una Comisión Estatal encargada de la convocatoria del I Congreso. Casi dos años después, a finales de 1986, se celebró en Madrid el congreso bajo el lema «Conquista tus derechos. Lucha con nosotros», eligiendo a Josep Miguel Céspedes como secretario general. «Jotaeme», como se le conocía amistosamente, fue una figura esencial en el proceso de unificación y reorganización de la Juventud Comunista marxista-leninista, un joven cargado de ilusión y abnegación que, tristemente, nos dejó antes de lo esperado el 21 de enero de 2004. Sirvan estas líneas como recuerdo y homenaje a quien tuvo la valentía y determinación de ponerse al frente de una tarea que no era nada fácil.
Porque efectivamente los 80 no fueron una década sencilla, a nivel social los CJC identificábamos en la juventud un virus al que denominábamos «pasotismo», resultado de un adormecimiento de la combatividad y conciencia revolucionaria correlativo a un crecimiento de las lógicas reformistas y aspiracionales en el medio obrero. Su base económica era el proceso de entrada en el mercado europeo, la plena integración de España en el bloque imperialista euroatlántico, su consecuencia política el dominio del PSOE y el rápido ascenso y muerte del eurocomunismo. Romper con el «pasotismo» implicaba recomponer la unidad orgánica y de acción de los destacamentos avanzados de la juventud obrera con el cemento de los principios, de la recuperación del marxismo-leninismo. Se consiguieron grandes cosas, pero el edificio de una renovada juventud comunista era aún demasiado endeble para soportar las envestidas de la contrarrevolución.
La caída de la Unión Soviética era la confirmación definitiva de la derrota temporal del comunismo, y fue, al mismo tiempo, un catalizador de las tendencias que venían expresándose a lo interno de los CJC queriendo devolvernos al fango. La historia de nuestra organización no termina en 1993, más bien todo lo contrario, pues es a partir de entonces cuando aquellos y aquellas que no veían en nuestra organización una plataforma temporal en las luchas de poder del oportunismo, o un mero pasatiempo juvenil, izaron la bandera roja como Armen Beniaminov sobre la Duma, aun a pesar de las dificultades y el aislamiento.
Durante los siguientes años se trató de resistir, de conservar parte de la base organizativa y del acumulado teórico obtenido en la primera etapa de nuestra historia, convencidos de la necesidad y posibilidad de una existencia independiente de los CJC, única garantía de una independencia política de la juventud obrera con respecto a la clase dominante y a sus lugartenientes en el movimiento obrero. Sin aquella resistencia no hubiera podido comenzar el proceso de recuperación y crecimiento organizativo que se inicia a finales de los 90 y que, con sus avances y retrocesos, sus aciertos y errores, culmina en la fuerza militante que son hoy los CJC, en la principal Juventud Comunista en España, en la mejor escuela de cuadros comunistas.
Eso es, precisamente, lo que por encima del mantenimiento de las siglas o la continuidad histórica garantiza que los CJC son lo que quisieron ser en el pasado y lo que deben ser para el futuro: el cumplimiento y la firme comprensión de su función en el proyecto político destinado a la organización de la revolución socialista en España. El documento estratégico sobre el papel de la Juventud Comunista que complementa el Manifiesto-Programa del PCTE es la prueba más palpable de esa comprensión, el festival del pasado 25 de enero un símbolo de la capacitación para su despliegue.
En ese documento se cuenta cómo Lenin resolvió las ardientes disputas sobre el papel de las juventudes comunistas que se tuvieron en el periodo revolucionario abierto tras la Gran Revolución Socialista de Octubre subrayando su función esencial, aprender, y su papel en la revolución, ser escuela de cuadros. Así lo explican los CJC: «Los CJC somos la organización escuela del PCTE, una estructura de aprendizaje y asimilación del comunismo científico para que generaciones de dirigentes comunistas de masas pasen a las filas del Partido con un alto grado de preparación. El sentido de aprendizaje que guía el trabajo de los CJC es el descrito por Lenin en el discurso al III Congreso del Komsomol, aprendizaje que nace del estudio del marxismo-leninismo, del estudio del conocimiento y la historia de la humanidad desde la cosmovisión del comunismo científico y del estudio de los documentos y análisis de nuestro Partido o del movimiento comunista internacional. Pero el principio fundamental de la educación comunista es la participación activa en todos los combates revolucionarios, participación íntimamente vinculada al estudio y aprendizaje teórico. Los CJC son una organización de combate, que aprende al calor y en relación a la participación activa en el seno de la lucha de clases».
Quienes se encuentran fuera de este engranaje revolucionario, de este entramado hegemónico que garantiza una preparación creciente de nuestra clase para cumplir con el programa comunista, solo pueden reivindicar a los CJC como pieza de museo, carente de espíritu, de vida, de médula revolucionaria. Porque la legitimidad para reivindicarse como representante de una organización, o de un pedazo de su historia, no la otorga el haber pasado por ahí o el que tu nombre figure en algún documento, la otorgan los hechos, y una organización juvenil que nació entre ímpetus revolucionarios frente a la pasividad y la resignación, demanda que sus herederos sean quienes demuestran con sus actos, claros, verificables, su compromiso activo con la revolución, su compromiso con preparar a sus futuros dirigentes.
Solo así el pasado deja de ser una isla nostálgica y pasa a ser un sustrato que enriquece el presente. No basta con haber sido, hay que ser para algo y hay seguir siendo para que mañana se sea más aún. Contemplando como los CJC movilizan hoy a cientos de jóvenes para celebrar el 40 aniversario, cómo organizan y dirigen la lucha estudiantil, como alientan el combate contra la guerra imperialista y la solidaridad con los pueblos, cómo hacen frente a la temporalidad y precariedad laboral estructurando a su alrededor a la juventud obrera, cómo estudian y convierten en práctica militante el marxismo-leninismo, etc., comprobamos cómo se inscriben en sus acciones los pequeños aciertos que supimos obtener en cada uno de nuestros periodos y de los que nos precedieron, y se destierran los muchos errores.
La historia de los CJC es con ellos, con sus militantes, eternamente joven; y nosotros y nosotras, los que pasamos por sus filas y seguimos comprometidos con lo que allí aprendimos, eternamente jóvenes con ella. Contemplar a los CJC de hoy es, muy por encima de nuestros recuerdos personales, sin ningún atisbo de vanidad personal, llenos de orgullo y admiración por los que están y por las posibilidades que abren sus actos a los que vendrán, lo que nos permite afirmar con emoción que fuimos, somos y seremos de los CJC.