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Carlos MuñozMikel TapiaRevista Juventud

Entrevista con Eva G. Madariaga, elegida Secretaria General tras el XI Congreso de los CJC

By 16/05/2023mayo 17th, 2023No Comments

Juventud!: Empezamos felicitando a la militancia en su conjunto por el éxito de este XI Congreso; y felicitándote a ti también por haber sido elegida como Secretaria General de los CJC. Eva, ¿cómo ha sido tu trayectoria militante hasta llegar a este momento?

— Eva G. Madariaga: Muchas gracias. La verdad es que, si me lo permitís, a mí también me gustaría empezar con una felicitación a la militancia de los CJC. Ha sido un momento fundamental en la vida de nuestra organización y tanto su enfoque general, la forma en que se ha planteado, como los debates habidos y, en general, la calidad de los acuerdos y documentos resultantes, da buena cuenta de la madurez política de esta organización y de su militancia. Estoy segura de que este XI Congreso se va a sustanciar en avances para la Juventud Comunista.

Lo que yo valoro como lo más importante de mi trayectoria militante es que me ha permitido conocer y comprender en primera persona, y desde distintos ámbitos de trabajo de la organización, la historia reciente de los CJC y nuestro papel en la lucha de masas en los últimos años: desde finales del ciclo de movilización de 2008 hasta el día de hoy. Que he podido vivir una buena parte del ciclo del cuál extraemos importantes conclusiones y aprendizajes, y del que hemos hecho balance en este congreso.

Yo comencé a premilitar en los CJC en la primavera de 2016, casi coincidiendo con la celebración del IX Congreso. Conocía y simpatizaba con la organización desde bastante antes, eso sí: coincidía con el colectivo de mi facultad en las luchas estudiantiles, las últimas del ciclo de movilización anterior y siempre trabajé muy estrechamente con los CJC antes de ser militante con derechos y obligaciones. Esos primeros años (entre 2014 y 2017 aproximadamente) fueron, sin duda, por muchos factores y en muchos sentidos, una escuela acelerada para mí como militante comunista.

Marco esos años porque, aunque de más joven ya me reconocía en el comunismo y había participado en las movilizaciones del 2011-2013, entre 2014 y 2015 son mis primeras huelgas, mis primeros piquetes, etc… ya con encuadre organizativo y militante. Rápidamente me impliqué en la construcción del Frente de Estudiantes y en su consolidación como sindicato estudiantil. Entre 2016 y 2017 muy claramente se mostró acertada la política de unificación del movimiento estudiantil y la táctica definida para ello, y en 2017 impulsamos la que sería la primera Huelga General Educativa desde 2013, en la que un 9 de marzo estudiantes y trabajadores de la educación marchamos juntos en todo el país contra las reformas del gobierno, entonces, de Mariano Rajoy. 

Esa huelga fue otro de los momentos clave en mi aprendizaje político. Ahí yo ya era militante comunista, y para mi fue emocionante, efectivamente liberador, el hecho de ver y comprender en la práctica que efectivamente el comunismo era una fuerza activa, creadora, inteligente y capaz de intervenir en la lucha de clases y que eso era tarea nuestra, del proyecto personificado en cada uno de sus militantes. No sabía fundamentarlo así, claro, entonces había mucho de intuición, pero el contenido era ese.

Dos años después de aquello, en el X Congreso celebrado en 2019, fui elegida miembro del Consejo Central que, para los nuevos lectores, es el órgano que dirige nuestra organización entre un congreso y otro. Estos tres últimos años, casi cuatro, en la dirección de los CJC han terminado de dibujar mi experiencia militante hasta el día de hoy.

Eva G. Madariaga durante la entrevista. Fotografía de Omar García. Madrid, 2022

La hegemonía pequeñoburguesa durante el ciclo de 2008 facilitó que, cuando la socialdemocracia llegó al ejecutivo, gobernasen entre la clase obrera y los sectores populares lógicas de confianza y negociación con el Gobierno, del PSOE primero, de coalición con UP después.

J!: Han sido tres años complejos en términos de lucha de clases: en 2019 se conforma el Gobierno de coalición y un año después, estalla la pandemia catalizando una crisis capitalista. En 2021 Rusia invade Ucrania y se desata la guerra imperialista. Eva, ¿qué balance haces de estos años?

— E.G.M.: Pues me vas a permitir comenzar respondiendo a partir del final de la pregunta anterior: estos últimos años, en términos de aprendizaje político y militante han sido imprescindibles, para mí personalmente, porque he compartido dirección y aprendido casi todo de comunistas honestos, inteligentes y luchadores; pero fundamentalmente para el conjunto de la organización. Ha sido, resumiendo mucho, un periodo coincidente con el cierre simbólico del ciclo de 2008, que nos ha valido para extraer conclusiones muy valiosas y prepararnos política y organizativamente para todo lo que está por venir. Hemos hablado mucho de esto en el Congreso, de hecho.

Ya en 2018, cuando tuvo lugar la moción de censura, hablábamos de que toda nuestra generación militante, que había crecido al calor de las huelgas generales de 2010 y 2012, la marcha minera, las huelgas estudiantiles, etc… tenía que aprender a luchar en condiciones de un gobierno socialdemócrata coincidente con el cierre del ciclo de aquellas luchas. Aquí hago un paréntesis y es que, en gran medida, pudimos ver tan claramente el cambio de situación y la necesidad de articular el golpe de dirección necesario gracias a nuestra tradición y herencia política, materializadas en experiencia colectiva y personificadas en los cuadros de este proyecto. «Venimos de lejos» es una consigna que en el caso de los CJC y el PCTE es fundamental. En 2018-2019, igual que hoy, era fundamental seguir generando experiencias que, partiendo de los aprendizajes históricos de nuestra clase y del partido comunista, educasen a nuevas generaciones de militantes y a la clase obrera en la lucha en todas las condiciones; ya que hacían avanzar posiciones al movimiento revolucionario.

La hegemonía pequeñoburguesa durante el ciclo de 2008 facilitó que, cuando la socialdemocracia llegó al ejecutivo, gobernasen entre la clase obrera y los sectores populares lógicas de confianza y negociación con el Gobierno, del PSOE primero, de coalición con UP después. En el ocaso de ese ciclo de luchas se canalizó la lucha obrera y popular hacia parámetros de representación burguesa, hipotecando en el camino cualquier posibilidad de refuerzo político y organizativo de la clase. Aunque luego me permitís unos segundos para matizar esto. 

J!: Puedes matizarlo ahora, si quieres.

— E.G.M.: Maravilloso. Pues el matiz básicamente consiste en analizar la hegemonía como una cuestión de correlación de fuerzas. Por eso hay «excepciones». La cuestión es que en esos años también estaban produciéndose cambios en el seno del partido comunista, que se  saldan simbólicamente en 2019 cuando el Partido cambia su sigla a la de PCTE. Pero hasta 2017 había sectores oportunistas en nuestro partido que, desde una parte de la dirección, dificultaban y entorpecían la practicabilidad de la estrategia leninista, dificultaban su acción de masas. En los CJC no era así, la organización en su conjunto asumía la política del partido y sus acuerdos congresuales, y pudimos confirmar prácticamente la importancia estratégica de la vocación de masas del proyecto revolucionario, su necesario papel en la acumulación de fuerzas. 

Por ejemplo, en el movimiento estudiantil, donde las experiencias previas nos colocaban en mejor posición para la disputa hegemónica, el estudiantado consiguió crear una estructura políticamente independiente que, de hecho, ha pervivido todos estos años de desmovilización y pandemia, y se ha configurado como principal estructura de masas, en términos de base organizativa y militante, de todo el país. La existencia de esta estructura independiente en un sentido clasista, que es el FdE, con una base militante unificada y vías de encuadramiento organizativo en la práctica totalidad de universidades públicas y un número creciente de institutos, coloca al estudiantado de extracción obrera y popular en una posición de fuerza mucho más ventajosa de lo que lo estuvimos en 2008. Mucho más ventajosa, por aclarar, en un contexto general de debilidad política, organizativa e ideológica del trabajo frente al capital: ser autocomplacientes es también vocación de derrota.

Pero hecho este paréntesis y volviendo al tema inicial, como bien enunciabais, la secuencia de crisis, pandemia y guerra ha definido desde 2020 la fisionomía de la realidad de los jóvenes en España. Jóvenes, generaciones enteras, que no conocen otra realidad que no sea la crisis: la crisis crónica del capitalismo.

J!: Desde luego. ¿Cómo analizáis esa realidad?

— E.G.M.: Aquí hay una cuestión: lo que se encuentra de fondo, y por tanto lo que primero tenemos que colocar en nuestro análisis son las contradicciones internas del capitalismo como fundamento de todo fenómeno económico, político e ideológico. Esto es importante decirlo, porque el pensamiento burgués en sus distintas formas tiende a explicar estos fenómenos como puramente coyunturales y contingentes. Entonces se explica la crisis como consecuencia de la pandemia, primero y de la guerra, después; y la conclusión es que todo es resoluble dentro de los márgenes del sistema.

Lo cierto es que no podemos explicar ni la carestía de la vida, ni la pandemia, ni la guerra sin mirar a la base económica o estructura, intrínseca al modo de producción capitalista y a los cambios ocurridos en las condiciones de producción, al calor de la ciclicidad de sus crisis y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia capitalista, a cuya explicación dedicamos un artículo entero en el número 1 de esta revista. Tampoco son extrínsecos al modo de producción, a la relación social que es el capital, la reorganización política, de los partidos políticos, o las transformaciones en la legislación laboral y educativa, que apuntalan y dan cobertura legal e ideológica —bajo el paradigma de la modernización— a la hiperespecialización, la temporalidad y el trabajo a demanda. Eso también es correlación de fuerzas (bien entendida, o sea, desde una comprensión unitaria de la realidad).

Así que si me preguntáis por un balance de los últimos años, os tengo que responder con que éste ha sido un periodo marcado por el estallido de una nueva crisis,  la agudización de las todas las contradicciones capitalistas y la actualización de sus formas de explotación. En España la gestión de este proceso ha corrido a cargo de la socialdemocracia. Dos consecuencias: la primera, el nivel de paz social y aletargamiento alcanzado ante el paquete de reformas (laborales, educativas, etc…) que han significado de facto la cronificación de las formas de organizar la producción, flexible y a demanda, que abren paso a la mayor explotación de la fuerza de trabajo. La segunda consecuencia es la constatación de que el programa socialdemócrata hace aguas en un capitalismo cuyos márgenes de posibilidad son cada vez más estrechos.

A día de hoy, de hecho, la socialdemocracia cada vez más difícilmente se articula en torno a un programa típicamente aspiracional reformista, de construcción de un «Estado social». Quienes mantienen intacto su papel histórico de lugartenientes obreros y populares de la clase capitalista se limitan hoy a un programa de orden, de Estado y de «sentido común» frente a la «barbarie» que exige el programa de máximos del capital. Creo que no hace falta que mencione casos recientes para ejemplificar esto.

Entender bien esta dialéctica, por tanto unidad, entre base y superestructura es fundamental: tan fundamental que es la pieza clave para comprender la estrategia revolucionaria, la dialéctica de la revolución. La clase obrera se conforma como tal y de forma independiente a su voluntad en el terreno de las relaciones sociales de producción. Lo hace ocupando una posición que cuantitativa y cualitativamente la convierte en sujeto revolucionario: en la clase social que está en condiciones de, liberándose a sí misma de la explotación capitalista, liberar a toda la humanidad. 

La reciprocidad entre estructura y superestructura implica reconocer la necesidad revolucionaria de hacer a la clase consciente de que su posición de antagonismo respecto a la burguesía en la contradicción capital-trabajo es también fundamento de su potencialidad revolucionaria. Ese es, muy resumidamente, el papel del Partido: la inoculación de ideología comunista, de conciencia revolucionaria, que en el propio antagonismo entre las clases se produce sólo de manera embrionaria. En el anterior número del Juventud! Javier y yo le dedicamos un artículo entero a esta cuestión, así que no me extiendo. 

Lo importante es que esta es la explicación de por qué hacer un balance de estos años exige analizar también el papel del comunismo, del Partido Comunista, de su posición en la lucha de clases y su táctica-plan para acumular fuerzas. Porque nos tomamos en serio la revolución, entendemos muy bien que no es algo que va a llegar por fatalismo, por el propio desarrollo de las contradicciones del capitalismo, sino que es algo que tenemos el deber de pensar, organizar y disputar cada día. 

Fotografía tomada por Omar García, en diciembre de 2022, durante la entrevista realizada por Carlos Muñoz y Mikel Tapia para Juventud!

J!: Entonces… ¿cómo habéis enfocado los CJC vuestro papel en la lucha de clases estos últimos años?

— E.G.M.: Bueno, aquí hay varias cuestiones, ligadas directamente a lo anterior: a cómo adecuamos la estrategia revolucionaria a las distintas situaciones en la lucha de clases. A nivel interno hemos profundizado en la definición de cuáles son los distintos momentos para la planificación política, y en cómo generar mecanismos para que en el marco de esas planificaciones, los órganos políticos, desde el Consejo Central hasta cada colectivo de base, tengan herramientas para leer rápidamente la situación —o sea, la correlación de fuerzas— y pensar políticamente los pasos a dar para actuar sobre ella.

En el X Congreso los CJC dedicamos gran parte de los debates a hablar sobre el concepto de propuesta política, entendida como golpe de dirección: adecuación táctica a un momento concreto de la lucha de clases, sustanciada y condensada en una planificación política específica. La experiencia de estos tres años es muy rica y en las tesis del XI Congreso se condensan esos aprendizajes.

Por aterrizar un poco, todo esto se ve muy claro en las dos campañas que los CJC hemos desarrollado entre 2019 y 2022. La primera, Elige lo necesario, la lanzamos pocos meses después de celebrar nuestro X Congreso, en 2019. Elegir lo necesario era una llamada a elegir la lucha paciente y sostenida contra el capitalismo, a elegir la estrategia revolucionaria frente a los cantos de sirena de la socialdemocracia. Entendimos que estábamos en un momento de descenso de la lucha de masas. Que las fronteras del movimiento de masas se iban a reducir y que la hegemonía socialdemócrata en y sobre sus principales organizaciones, como antes os decía, iba a implicar que las coordenadas de su acción fueran las de la confianza y la negociación con el Gobierno.

En ese momento el mensaje se dirigía a nuclear en torno al proyecto revolucionario a la parte más militante, combativa y consciente de la clase obrera, que permaneciera organizada y movilizada y lo hiciera en el entorno del partido. No se trataba solamente de «resistir», eso lo tuvimos siempre muy claro, sino de actuar activamente sobre la realidad de la lucha de clases tratando de aumentar la influencia de las posiciones revolucionarias, a sabiendas de que la coyuntura favorecía la reducción de la base movilizada de las organizaciones y el movimiento de masas.

La segunda campaña, Prisioneros de una vida en crisis. Transformar la rabia en respuesta es la campaña actual de los CJC, que lanzamos ya a finales de 2021. Era un momento coincidente con las movilizaciones del metal en Cádiz y a las primeras luchas y huelgas estudiantiles, como la de marzo del 22. A día de hoy esta campaña es el paraguas que gobierna todo nuestro trabajo agitativo y propagandístico. Podríamos hablar de ella como una campaña «en el umbral»: reconocimos —y reconocemos— un cambio relativo en los vientos del movimiento de masas, un creciente grado de condensación de malestar social que, lejos de esperar a que «estalle», aspiramos a organizar y transformar en acción revolucionaria.

J!: ¿Esa acción y organización es la fuerza militante que da forma al lema del XI Congreso?

— E.G.M.: Efectivamente. La fuerza militante es la propuesta que hacemos a la juventud trabajadora de todo el país. Fuerza porque queremos que las coordenadas revolucionarias sean un actor en el terreno de la lucha de clases, el actor que dispute el poder a la clase burguesa y lo haga de la única forma que puede hacerse: con voluntad de victoria. Así, la palabra fuerza implica el factor numérico, la vocación de masas, que se presenta indisolublemente ligada al factor político, a la orientación política de clase. 

El concepto de militancia, por su lado, permite expresar muy bien la forma de accionar revolucionaria: ser militante implica compromiso activo, paciente y consciente, diario, democrático y colectivo frente a las formas de participación política burguesa pasivas, inmediatistas, fragmentarias e individualistas. La fuerza militante es un lema que pretende dibujar los contornos de la propuesta política de los CJC para los próximos años, que es lo que hemos estado debatiendo en este XI Congreso.

J!: Hace un año se celebró el Congreso del Centenario del PCTE en el que se aprobó el Manifiesto-Programa del Partido, ¿cómo enlaza la existencia de este documento con los debates del Congreso?.

— E.G.M.: El enfoque general del Congreso tiene que ver también con el proceso de construcción del proyecto y el momento en que nos encontramos, también como parte de esa correlación de fuerzas que diría que es el eje que está vehiculando toda la entrevista. En ese sentido, una de las condiciones de posibilidad para que hagamos un balance tan positivo del Congreso es la existencia del Manifiesto-Programa (M-P) del Partido, manifiesto que es expresión de la salud política e ideológica del Partido Comunista en nuestro país que, tras años de resistencias, se presenta unido y dispuesto a acometer la que es su tarea histórica. 

Pero además de por las razones evidentes que tienen que ver con el significativo avance que supone para el proyecto comunista la existencia de este manifiesto, que es el documento que configura nuestro paraguas estratégico, la cuestión es que su aprobación hace algo más de un año ha permitido un cambio de enfoque en este Congreso, que analizamos como un avance cualitativo muy importante.

En primer lugar, en este XI Congreso, reafirmando el papel de los CJC como organización-escuela del Partido y por tanto parte de su mismo proyecto, hemos dado forma a un anexo al M-P que define las tareas de la Juventud Comunista en la organización de la revolución socialista. Este documento consiste, fundamentalmente, en una clarificación estratégica de nuestro papel, por un lado, de vivificación de la política del Partido entre la juventud obrera y, por otro, de escuela de comunistas, de dirigentes revolucionarios, en el sentido de aprender comunismo comprobando prácticamente nuestras tesis en la lucha de clases. Esto es algo en base a lo que ya funcionábamos, pero este documento digamos que fundamenta estratégicamente el por qué de nuestra unidad política y organizativa con respecto al Partido y nuestra sujeción y disciplina al centro dirigente de la revolución.

Y luego, por último pero no menos importantes, están las Tesis, que de hecho han sido el documento principal del debate congresual. La existencia del M-P ha facilitado mucho que no haga falta recordar cuáles son las posiciones políticas y estratégicas que definen nuestro proyecto, por lo tanto nos ha permitido avanzar en el sentido de que hemos hecho un ejercicio de concreción y planificación muy enriquecedor. Las Tesis son esencialmente un plan político a tres años que concreta a una situación de fuerzas determinada la estrategia del Partido, con un enfoque específico hacia la juventud. Tres ideas que condensan el espíritu del congreso: lectura y apreciación del momento político, intervención de masas y centralidad. 

Durante toda la entrevista hemos estado hablando de hegemonía proletaria, que se garantiza con la conformación de la base organizativa del partido, como vértice de la institucionalidad proletaria, apegada al núcleo de la producción capitalista.

J!: ¿Por dónde empezar en esa intervención de masas? ¿cómo se relaciona con la idea de centralidad?

— E.G.M.: El movimiento obrero es para nosotros una prioridad estratégica, es la política del «Giro Obrero» del PCTE. Durante toda la entrevista hemos estado hablando de hegemonía proletaria, que se garantiza con la conformación de la base organizativa del partido, como vértice de la institucionalidad proletaria, apegada al núcleo de la producción capitalista, allí donde de donde provienen las relaciones de dominación: apegada a las fábricas y los centros de trabajo. En esto encontramos grandes retos: las nuevas formas de organización del trabajo, cada vez más asentadas entre la juventud y que pugnan por extenderse al conjunto de la clase, colisionan relativamente con las formas de organización sindical conquistadas históricamente. Esto, en un contexto de bajísima organización de la clase obrera juvenil, nos exige la tarea de estudiar y utilizar todas las vías para reorganizarla en sus centros de trabajo, elevando en el camino la conciencia de esos jóvenes al plano de la crítica total al sistema capitalista, al plano de la lucha revolucionaria. 

Nuestra otra prioridad es el movimiento estudiantil, donde contamos con un acumulado importante de experiencias, sobre las que de hecho hemos debatido muy en profundidad en este XI Congreso. Es el frente de masas que cuenta a día de hoy con una estructura organizativa políticamente independiente, es decir, cuya orientación política es verdaderamente proletaria y que además ha conseguido organizar y movilizar a un núcleo significativo de estudiantes, a la vez que se fortalecía organizativa e ideológicamente. El Frente de Estudiantes hoy tiene que ocupar un papel fundamental en el accionar político del estudiantado y las coordenadas en las que, en este nuevo ciclo que se abre, se dan sus batallas. 

Pero lo cierto es que tenemos la vocación de organizar a la clase en todo espacio y ámbito: también en los barrios y pueblos, donde sabemos que es fundamental combatir la infiltración de posiciones reaccionarias. Sabemos que la violencia del capital se manifiesta en distintas formas y ámbitos, y pensamos que hay problemáticas que expresan las contradicciones del capitalismo con especial brutalidad. El problema de la vivienda es un ejemplo claro en este sentido: es la muestra más cruda de que el capitalismo es incapaz de garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero de lo que también hemos hablado es de lo problemático de priorizar la intervención en este frente fruto, bien de una posición reactiva al movimiento de masas, bien de la claudicación, dadas las dificultades manifiestas, en la intervención en el movimiento obrero. Para nosotros es el criterio político-ideológico el que siempre debe regir nuestra actividad.

La tercera idea a la que hacía referencia antes es la centralidad. Hemos hablado de ella antes y en el artículo de Fernando y Pablo publicado en este número, ambos miembros de la Comisión Política de los CJC anterior a la celebración del Congreso y que hoy ya son militantes del Partido, se explica muy bien. La centralidad es el concepto leninista que se refiere a la existencia de una orientación única para todo el proyecto, que emana desde el centro. Implica, esencialmente, que el partido de nuevo tipo no es una coordinadora de organizaciones. La centralidad es el elemento que garantiza la unificación política de la clase: permite que toda esa fuerza fruto de la intervención de masas del Partido se unifique en su acción. En el X Congreso los CJC acordamos enfocar nuestro trabajo en el refuerzo de una dirección central capaz de elaborar esta política unitaria, y la sistematización de todo un método de planificación destinado a ser más audaces en la intervención. Hoy el reto lo colocamos en que ese avance cualitativo se sustancie en la capacidad política, creativa, de comités intermedios y colectivos de base. 

J!: Veo que los debates congresuales han sido muy fructíferos y que estáis satisfechos con el resultado.

— E.G.M.: El Congreso ha ido muy bien, estamos más que satisfechos. Creo que si pudiéramos resumir en una imagen el estado de los CJC a día de hoy sería la del Congreso. Casi medio centenar de cuadros comunistas han pasado a reforzar las filas del PCTE, mientras que toda una generación de nuevos militantes ha sido ejemplo vivo de lo que es el debate camaraderil y la salud democrática durante todo el proceso congresual; es decir, desde el momento en que los documentos a debate se envían a los colectivos para su discusión.

J!: Antes de terminar, te dejamos un espacio para que les digas lo que quieras a los lectores de la revista y a la juventud trabajadora en general.

— E.G.M.: Pues me parece que lo más importante que les tenía que decir, ya está dicho: que vienen años de muchas batallas, y los jóvenes trabajadores tenemos un papel que jugar. Y que para enfrentar esas batallas hemos de sacar lecciones políticas de nuestra historia. Toda batalla que demos, y el Partido y la Juventud comunistas las vamos a dar, ha de vincularse a la cuestión del poder: a la organización independiente de la clase obrera y los sectores populares allí donde se expresan las distintas formas de violencia capitalista. Tras años de derrotas y reformas que han servido al capitalismo para reorganizarse y quebrar las conquistas históricas de nuestra clase, que en este sistema siempre son temporales, la alternativa hoy pasa por reagruparnos. Política y organizativamente, en torno al Partido Comunista.

Yo sé que hablar de luchar por un mundo libre de explotación a veces suena un poco iluso, porque ese mundo es difícil de imaginar en un momento en que los mecanismos de dominio del capital son cada vez más complejos y radican más profundamente en la vida social. Pero lo cierto es que los comunistas superamos el utopismo hace muchos muchos años ya, fundamentamos científicamente la revolución y confirmamos sus condiciones de posibilidad como algo realmente existente hoy. Esto está bien recordarlo, porque la resignación es el signo de nuestro tiempo, que llama a las puertas de la juventud trabajadora día tras día en un momento en que las fuerzas revolucionarias estamos tan solo rebrotando. 

Por eso no puedo sino decirle a quienes nos leen que es necesario recomponer a una clase obrera consciente y luchadora y que esa es una tarea que ha de ir ligada a la del reforzamiento del Partido Comunista. Les digo también que en esa tarea no sobra nadie. Que tenemos mucho que aprender y que sólo aprenderemos caminando, como lo hemos hecho siempre. Está todo por hacer, y cuando digo todo, me refiero a imaginar, y, así como podemos imaginarlo y fundamentarlo, también a construir un mundo libre de explotación sobre las cenizas del viejo. La fuerza militante tiene que ser una fuerza creadora. 

J!: Muchas gracias, Eva, por concedernos esta entrevista.

— E.G.M.: ¡Gracias a vosotros! Por la entrevista pero sobre todo por el excelente trabajo con el Juventud!. Hay mucha dedicación y mucho trabajo militante en cada número de la revista. Así que aprovecho este minuto final para ponerlo en valor. Para mí es un orgullo ver que el crecimiento cuantitativo y cualitativo de los CJC se sustancia también en la capacidad colectiva de hacer materiales de difusión de nuestra política tan buenos, en forma y en contenido, como el Juventud!.