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Madrid

Dos años después: sobre las elecciones madrileñas

Dos años han pasado desde que se celebraran las últimas elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid. Por aquel entonces asistimos a un espectáculo cuanto menos dantesco, en el cual Ayuso planteaba una dicotomía entre libertad y comunismo, siendo esto último supuestamente representado por la nueva socialdemocracia. Esa misma socialdemocracia que no se ha cansado de ratificarnos por la vía de los hechos que no son más que la cara menos desagradable de la gestión capitalista, una gestión cuyos márgenes son cada vez más estrechos. Dos años desde que los jóvenes éramos puestos en la diana como responsables de la propagación de un virus, mientras la dotación de medios a la sanidad pública era irrisoria y mientas las empresas del sector sanitario no hacían más que llenarse los bolsillos a costa de la salud del pueblo trabajador que ponía su vida en juego hacinado en el transporte público y en los centros de trabajo para que la rueda del capital no parase de rotar. Por aquel entonces, los debates entre socialdemócratas y liberales consistían en culparse de las muertes ocasionadas en la pandemia los unos a los otros, de forma muy insultante y humillante para aquellos que de forma más violenta sufrieron las consecuencias de poner los beneficios capitalistas por delante de la vida de la clase obrera, incluso en el peor de los contextos.

Estos dos años de gestión del Partido Popular se han traducido en una profundización de las políticas privatizadoras en la Comunidad de Madrid. Bien podríamos destacar el trasvase de 43.000.000€ a la educación privada, la aprobación de la Ley Maestra de Libertad de Elección Educativa profundizando el régimen de conciertos en la CAM, la escasez de personal sanitario y un largo etcétera que no hace sino evidenciar los ataques a los servicios públicos que llevan efectuando durante varias décadas. Dos años después, a las puertas de las elecciones escuchamos a los políticos de diferentes colores soltar una batería de promesas con el objetivo de engatusar a nuestra clase sin poner encima de la mesa cuál es el origen de nuestras problemáticas y las limitaciones intrínsecas para superarlas.

El caso de la vivienda, cuestión que nos afecta muy de cerca a los jóvenes, es un ejemplo muy paradigmático de un debate en que ninguno de los partidos con representación es honesto con el pueblo trabajador. Por un lado, tenemos a la expresión más reaccionaria de la burguesía tratando de situar como problema fundamental la “okupación”, teniendo la Comunidad de Madrid 100.000 pisos vacíos en manos de fondos buitre, de bancos y de grandes propietarios. Por otro lado, las propuestas de la socialdemocracia radican en subvencionar con dinero público el coste del alquiler o el fomento de vivienda pública, ambas incapaces de hacer frente a la problemática. Pero si hablamos de vivienda, es obligatorio hablar de las condiciones de habitabilidad de los barrios obreros, o del hecho de que tenemos que destinar cerca de un 80% de nuestros salarios a pagar el alquiler y de que solo el 15,4% de los jóvenes en Madrid está independizado. Todo aquel que no sitúe como necesidad urgente la expropiación de las viviendas en manos de fondos buitre y de acabar con la vivienda como mercancía, no está abordando el problema como ha de abordarse. Para ello, sin embargo, hay que poner encima de la mesa la tarea urgente que tenemos como clase, la superación definitiva de las relaciones sociales capitalistas y la construcción de una sociedad socialista-comunista.

Es por eso, que desde los CJC instamos a la juventud obrera y popular a que no confíe en trileros y que confíe únicamente en su capacidad de transformación a través de la acción política colectiva y de clase. El 28 de mayo ha de ser el primer paso para retomar esas herramientas que nos garanticen conformar un poder independiente como clase y para eso es fundamental votar comunista, votar al PCTE, como herramienta para la revolución. Pero más importante es aún tomar partido el día 29 y organizarse en los centros de trabajo, en los barrios y en los centros de estudio para hacer saltar por los aires el yugo del capital que cada día nos ahoga y nos consume poco a poco.