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El pasado 24 de enero, se celebró en la Universidad Complutense de Madrid un acto en el que se nombraba a Isabel Díaz Ayuso “alumna ilustre”. Dicho título es otorgado a figuras que destacan por su aportación a la cultura, a la ciencia o a la sociedad, entre otras cosas. Parece ser que este año han hecho una excepción con ella.

Esta “excepción”, que no es casual, supone homenajear a la principal representante actual de los intereses del capital madrileño. Desde que fue nombrada como presidenta de la región hace cuatro años ha estado dando continuidad a un largo proceso de privatización de todos los servicios públicos, desde la sanidad -lo que ha contribuido a la muerte de miles de personas durante la pandemia- hasta el transporte, pasando por la educación a todos los niveles. Dichas privatizaciones, encaminadas a beneficiar a un puñado de empresas privadas, suponen el empeoramiento de las condiciones de los trabajadores de dichos servicios, así como el empeoramiento generalizado de la calidad de dichos servicios (el último ejemplo más notable ha sido el cierre de los Centros de Atención Primaria de la región).

En el caso de la universidad pública, esta privatización se ha estado haciendo cada vez más palpable, con la entrada de empresas privadas en la universidad -como es el caso del banco Santander-, el empeoramiento generalizado de todos los servicios -muchos de ellos gestionados por empresas privadas-, o los precios desorbitados de las tasas. En cuanto a esto últimos, pese a que la Comunidad Autónoma las haya bajado, cabe aclarar que dicha rebaja no ha sido algo magnánimo, sino que ha sido por obligación legal, y, de hecho, el Gobierno regional ha hecho todo lo posible para no aplicarla -habiéndolo denunciado judicialmente-, y ha esperado hasta el último momento para aplicarla, ya que podría haberlo hecho en 2020. Además, dicha rebaja apenas cambia nada, ya que las tasas siguen teniendo precios muy altos. Las becas, por su parte, son muy insuficientes, y solo llegan a unos pocos. De este modo, se sigue expulsando de la universidad a los estudiantes de extracción obrera y popular.

Mientras nosotros nos quedamos con unas universidades cada vez más deterioradas, y a las que es cada vez más difícil acceder, vemos como se han estado creado nuevas universidades privadas en los últimos años, pese a los informes desfavorables de los órganos autonómicos para que esto se hiciese. Además, todas ellas han recibido todo tipo de ayudas del Gobierno regional. Ya sabemos a donde ha ido a parar todo el dinero que decían que no había para la pública.

Está claro que todas estas medidas resultan lesivas para los intereses del estudiantado y de los trabajadores docentes y no docentes, y atiende directamente a los intereses del capital. Dicha gestión se recrudece en tiempos de crisis, momento en el que el Estado se presenta como principal garante que salvaguarda las ganancias de los capitalistas. Y cabe aclarar que dicha función es inherente al propio Estado capitalista, y que, por tanto, la cumple y la cumplirá cualquier gobierno, sea del color que sea.

El estudiantado de la UCM, consciente de todos estos ataques -porque lo ha sufrido en sus carnes-, se ha movilizado en contra del homenaje a Ayuso, quien encabeza este tipo de gestión. Pero siendo consciente también de que su protesta no es solo contra Ayuso, sino contra todo aquel que promueva dicha gestión. Esto es, en otras palabras, contra el propio sistema capitalista, pues es este el que engendra esta situación del empobrecimiento generalizado, del deterioro de nuestras condiciones de vida -pues, como decíamos al principio, esta gestión no afecta solamente a la educación, sino a toda clase de servicio público.

Por último, es necesario señalar el papel activo de la UCM en el homenaje a figuras tan denostadas y lesivas como es el caso de Ayuso, o permitiendo la entrada de reaccionarios como fue el caso de Ortega Smith en Somosaguas hace solo unos meses -entrada frenada por el estudiantado organizado de la universidad. Este papel que asume la UCM se debe a que la universidad, al ser una institución que prepara a la futura fuerza de trabajo asalariada, sirve como espacio de reproducción de la ideología burguesa, y como tal, fortalece los consensos sobre los que se asienta el dominio de clase, de modo que promueve todo tipo de discursos liberales y hasta abiertamente reaccionarios, mientras ataca y persigue a todo aquel que lucha por los intereses del estudiantado -hecho que se ha oficializado en la nueva Ley de Universidades.

Este carácter de la universidad no será revertido hasta que no se cambie el carácter de clase del Estado, hasta que no se derroque a la burguesía y sea la clase obrera la que se organice como clase dominante. Será entonces cuando podamos hablar verdaderamente de una universidad para los hijos de la clase obrera, de una universidad libre de todo vestigio reaccionario.

Por todo esto, los CJC Madrid apoyamos activamente la acción del estudiantado el pasado día 24 contra Ayuso, así como todas las reivindicaciones del movimiento estudiantil, como la bajada de las tasas o la expulsión de las empresas de la universidad. Por último, señalamos que estas protestas se deben hacer continuadas y extenderse a una protesta contra todo el sistema capitalista.