“La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, es la causa de la completa emancipación política y económica de los trabajadores, es la causa del proletariado mundial. Y en este sentido es inmortal.”
A la memoria de la Comuna, V. I. Lenin
Este año 2021 se cumplen 150 años del que fue, probablemente, el hito histórico más importante del siglo XIX: la instauración de la Comuna de París. Proclamada el 28 de marzo, se constituyó como la primera experiencia práctica de “toma del cielo por asalto” por parte de la clase obrera, de la cual se pueden extraer varias conclusiones políticas e ideológicas para el actual contexto de la lucha de clases, tanto en lo relativo a las tareas inmediatas de la clase obrera como en torno al programa contemporáneo de la construcción socialista-comunista
Si Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista, ya advirtieron que para la superación del sistema de “explotación del hombre por el hombre” la clase obrera debería “organizarse como clase dominante”, es decir, como “clase en el Poder para la conquista de la verdadera democracia”, la Comuna fue la que arrojó luz a las formas concretas en las que se debería materializar dicha idea. Esta es la razón por la cual, después de haber señalado la necesidad de la transición revolucionaria del socialismo al comunismo, la proclamación de la Comuna de París hizo que Engels apuntase con el dedo y dijese: “ahí está la dictadura del proletariado”. (A la memoria de la Comuna, V.I. Lenin)
Precisamente, la investigación sobre la experiencia de la Comuna y el análisis específico de cómo Marx y Engels la abordaron ejemplifican el carácter científico del marxismo-leninismo: el estudio constante del desarrollo de la lucha de clases, desde un punto de vista teórico y práctico, y el enriquecimiento permanente de nuestra teoría. A modo introductorio, resulta interesante recordar brevemente el contexto en el que se formó la Comuna de París. En 1851 se llevó a cabo el Golpe de Estado que terminó con la Revolución Francesa de 1848. Desde aquel Golpe de Estado hasta la proclamación de la Comuna de París transcurrieron 18 años de régimen napoleónico, donde las capas populares, especialmente la clase obrera y el campesinado, sufrieron un empeoramiento constante de sus condiciones de vida. En 1871, año de la Comuna, se vivían los últimos meses de la guerra franco-prusiana, con nefastas consecuencias para el pueblo francés. París estaba sitiada por las tropas de Bismarck. A esto habría que añadirle la alta tasa de desempleo entre la clase obrera, las grandes indemnizaciones e impuestos que los campesinos tenían que pagar como “compensación” por las fincas confiscadas durante la Revolución de 1848 y las políticas llevadas a cabo por el Gobierno francés, que favorecían la concentración del gran capital y, por lo tanto, empobrecían a la pequeña burguesía.
Todo esto generó un clima de indignación entre las masas contra las clases superiores y las autoridades políticas, más aún teniendo en cuenta la composición profundamente reaccionaria de la Asamblea Nacional de aquella época. Este panorama llevó al proletariado parisino a modificar la orientación de la guerra: las tropas prusianas dejaron de ser el enemigo principal y la lucha contra el poder burgués “local” pasó a ser el epicentro de la acción política. De esta forma, el manifiesto del Comité Central de la Guardia Nacional del 18 de marzo, día de la proclamación de la Comuna, declaraba que: “Los proletarios de París, en medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos (…) Han comprendido que es su deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueños de sus propios destinos, tomando el poder.”
La última frase de este manifiesto es de vital relevancia y no debería de pasarse por alto. Los obreros parisinos no se refieren a un cambio de Gobierno, ni siquiera plantean un conjunto de medidas para que el Gobierno cumpla. Lo que verdaderamente plantean es la idea misma del poder político, la idea de que la clase obrera sea la que desde ese momento tome las riendas de la vida política, social y económica.
Este fenómeno no se ciñó exclusivamente a París, también se dieron alzamientos en otras importantes ciudades francesas, como Lyon, Marsella, Saint-Étienne y Dijon. Desafortunadamente, todas fueron aplastadas por el Gobierno de Thiers. Si bien es cierto que París triunfó, no lo hizo durante mucho tiempo. El régimen de la Comuna existió únicamente dos meses. A pesar de que el periodo fue relativamente corto, la clase obrera en el Poder demostró, en la práctica, que se pueden llevar a cabo medidas radicales, hasta entonces impensables, que mejoren completamente las condiciones de vida y trabajo del conjunto de la sociedad.
Algunas de las medidas más importantes que se tomaron de inmediato fueron las siguientes: 1) Se condonaron las deudas de pago de alquiler desde octubre de 1870 (antes de la Comuna) hasta abril de 1971. A las familias que hubiesen pagado alguna factura en ese periodo se les descontarían para pagos futuros. 2) Se prorrogaron las deudas de los artesanos y pequeños comerciantes por tres años, aboliendo los intereses de las mismas. 3) Se establecieron sueldos máximos para todos los funcionarios de la Comuna (aplicables a todos los niveles y sectores), equiparándose a los sueldos medios de los trabajadores de la época. 4) Se canceló la financiación de la Iglesia, declarándose sus bienes como propiedad nacional, estableciendo la religión como algo competente al ámbito privado. 5) La educación pasó a ser gratuita y se estableció como derecho para todo el pueblo. 6) Se estableció un precio fijo para el pan. 7) Las fábricas se convirtieron en cooperativas con la idea de que estas se fueran agrupando en una gran unión. Además, los obreros despedidos fueron readmitidos en sus antiguas empresas.
Estas y otras medidas se tomaron en el contexto de ciudad sitiada y de guerra permanente contra el ejército del Gobierno de la Francia burguesa establecido en Versalles, que contaba con el apoyo y colaboración de Bismarck. El hecho de que dos potencias en conflicto bélico, como Francia y Prusia, no titubeasen a la hora de aliarse para aplastar a la Comuna, muestra cómo las contradicciones entre poderes burgueses pasan a segundo plano cuando su verdadero antagonista, la clase obrera, pone en jaque sus intereses económicos.
Llegados a este punto, cabría preguntarse cómo pudo ser todo esto posible, en un tiempo tan reducido y en un contexto tan adverso. Sin querer caer en la mera retórica, lo que el nuevo poder obrero hizo fue romper con la falsa dicotomía entre lo posible y lo necesario. La Comuna quebró la barrera de lo posible y se propuso realizar lo necesario. La historia mundial nos ha mostrado que la alternancia de Gobiernos bajo el capitalismo no tiene esta capacidad transformadora, debido a que el poder sigue manteniéndose en las mismas manos: independientemente del color del Gobierno de turno, todos ellos juegan en un mismo tablero con las mismas reglas.
Sin embargo, la experiencia de París nos demostró que la clase obrera puede, y debe, romper el tablero para establecer sus propias reglas, haciendo que lo posible y lo necesario se fusionen. Así, como mencionábamos en la introducción, la Comuna materializó la idea plasmada por Marx y Engels sobre la inevitabilidad de la constitución de un Estado propio de la clase obrera. Igualmente Lenin, al analizar la experiencia de la Comuna, llegó a una conclusión similar: “En la sociedad moderna, el proletariado, avasallado en lo económico por el capital, no puede dominar en la política si no rompe las cadenas que lo atan al capital. De ahí que el movimiento de la Comuna debiera adquirir inevitablemente un tinte socialista, es decir, debiera tender al derrocamiento del dominio de la burguesía, de la dominación del capital, a la destrucción de las bases mismas del régimen social contemporáneo.” (A la memoria de la Comuna, V.I. Lenin)
Hemos afirmado que la organización independiente del proletariado como clase dominante permite liberar no sólo a la clase obrera, sino al conjunto del pueblo trabajador. Ahora, veamos algunas de las características organizativas que tuvo aquella primera experiencia de dictadura del proletariado, tanto en lo relativo a su composición y sus formas de elección como a sus atribuciones. Como observábamos anteriormente, la idea general ya fue plasmada por Marx, incluso antes de la Comuna; en cambio, esta lo llevó a lo concreto desde el primer día. Refiriéndose a un posible alzamiento de los obreros alemanes, Marx situaba en 1850: “Los obreros deben tratar de organizarse independientemente como guardia proletaria con jefes y un Estado Mayor central elegidos por ellos mismos (…) Bajo ningún pretexto entregarán sus armas ni municiones (…) tales son los puntos principales que el proletariado debe tener presente durante la próxima insurrección y después de ella.” (Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas, K. Marx y F. Engels)
Una de las primeras medidas que tomó la Comuna fue sustituir al ejército permanente por el pueblo en armas, creando la Guardia Nacional. Esta se hallaba compuesta por todos los ciudadanos que pudieran empuñar un arma, principalmente obreros. Durante un tiempo, los miembros de la Guardia Nacional (alrededor de 300.000 ciudadanos organizados en batallones y compañías) eligieron a un Comité Central que hacía las veces de Gobierno de la Comuna, hasta que el Comité Central cedió sus funciones a la Comuna.
El nuevo Gobierno siguió una lógica similar. La composición de clase también era principalmente obrera. Sus consejeros eran elegidos mediante asambleas de distrito con capacidad de revocación real e inmediata. De hecho, la Comuna tomó la costumbre de publicar tanto sus “dichos como sus hechos”, es decir, de rendir cuentas de forma crítica y autocrítica de forma habitual, facilitando así la valoración de sus consejeros y su posible revocación.
El escritor y periodista francés Arthur Arnould describía el carácter de clase de la Comuna de la siguiente forma: “¿Quiénes eran estos hombres, qué representaban y qué se proponían hacer? Eran un Gobierno anónimo, compuesto casi exclusivamente de sencillos obreros o de modestos empleados, cuyos nombres, en sus tres cuartas partes, no se conocían fuera de su calle o de su taller (…) La tradición había sido rota. Algo inesperado acababa de ocurrir en el mundo. Allí no había ni un solo miembro de las clases gobernantes. Allí había estallado una revolución que no estaba representada ni por un abogado, ni por un diputado, ni por un periodista, ni por un general. En lugar de ellos aprecian un minero de Creuzot, un encuadernador, un cocinero, etc.” (Histoire populaire et parlementaire de la Commune de Paris, A. Anrould)
De igual manera, se rompió con la falsa independencia del conjunto de funcionarios públicos. Todos los funcionarios que servían a la Comuna, desde policías hasta jueces, magistrados y otras ramas de la burocracia, dejaron de tener atribuciones políticas y pasaron a ser responsables ante la Comuna y elegidos de forma verdaderamente democrática y popular, manteniendo también los salarios del obrero medio. Así, los funcionarios que antes ahogaban con impuestos arbitrarios y abusivos a los campesinos pasaron a ser elegidos por ellos mismos.
En este mismo sentido, a pesar de que, por su breve periodo de existencia, la Comuna se ciñese casi en exclusiva a París, su proyección era estatal e internacional. Los escasos dos meses de vida de la Comuna impidieron desarrollar en profundidad el futuro modelo de organización nacional. Sin embargo, el planteamiento consistía en que la Comuna fuera la forma política que revistiese hasta la aldea más pequeña del país y que en los distritos rurales el ejército permanente se reemplazase por milicias populares.
Esta idea iba orientada hacia el establecimiento de una alianza entre la clase obrera con otros sectores del pueblo, principalmente con el campesinado y el pequeño productor. Por esta razón no solo se revisó toda la política impositiva hacia estos sectores, sino que también se propuso establecer comunas rurales para administrar los asuntos colectivos del campo, donde se elegirían sus delegados para las capitales de distrito y para la Asamblea Nacional de delegados en París (la Comuna). Por primera vez las instituciones públicas pasaban a estar controladas por y para el pueblo trabajador.
El carácter internacional de la Comuna se expresaba en su propia composición. Se eligieron delegados que estaban presos en el extranjero, de la misma forma que no era extraño ver funcionarios, incluso ministros de otras nacionalidades, como por ejemplo el ministro de trabajo Leó Frankel . En aquella época existía una consigna que sintetizaba este carácter de forma muy explícita: “la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial”
En lo concerniente a las atribuciones de la Comuna también existen diferencias sustanciales con los parlamentos burgueses. A pesar de ser un tema muy denso y que puede suscitar mucha polémica, nos centraremos en uno de sus aspectos fundamentales: la Comuna, y por lo tanto el Estado obrero, ya no es un Estado en el sentido estricto de la palabra. En el momento en que la composición del Estado da un salto cualitativo, pasando de una minoría burguesa a una mayoría obrera, su carácter y sus funciones también han de cambiar.
De este modo, las atribuciones del máximo órgano de Gobierno (el Parlamento, Asamblea Nacional, Soviet Supremo o el nombre que se le asigne) también cambian. Si los parlamentos burgueses en el fondo no son más que el espacio en el que la burguesía dirime sus disputas internas para ver qué sector del misma se queda con una mejor parte del pastel, o a lo sumo, se convierte en un espacio de charlatanería donde la demagogia reina con la única finalidad de obtener algunos votos, en este caso, la Comuna se convirtió en una verdadera corporación de trabajo, que legisla y ejecuta al mismo tiempo. Al dictar leyes y ejecutarlas al mismo tiempo, los altos funcionarios centrarán sus esfuerzos no en la charlatanería y el interés propio, sino en llevar a cabo todas las medidas y gestiones para las que sus electores de base los designaron, de lo contrario serán destituidos inmediatamente.
En resumen se podría decir que la Comuna estableció una forma política flexible de Gobierno. En palabras de Marx: “He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un Gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo.” (La Guerra Civil en Francia, K. Marx)
Todas las características que hemos mencionados sobre las formas organizativas que la clase obrera debe implantar para emanciparse de forma definitiva, sin olvidar que existen otras muchas, explican por qué la clase obrera no puede limitarse a tomar el antiguo Estado burgués y utilizarlo en su propio interés, sino que debe reorganizarlo de raíz. Así pues, en el intercambio de correspondencia que sostuvieron Marx y Ludwig Kugelmann, podemos leer a propósito de la Comuna: “Verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino ‘demolerla’, y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París.” (Carta a Ludwig Kugelmann,. K. Marx)
Para finalizar este artículo con honestidad, hemos de admitir que todo lo que hemos dicho aquí es solamente la punta del iceberg. Así mismo, algunas de las cuestiones que hemos tratado, como las formas organizativas de la Comuna, han de abordarse con mucha mayor profundidad y rigor científico para comprender mejor nuestras tareas pendientes en este siglo XXI. De hecho, el propio Marx, para profundizar en las formas sobre las cuales se tendría que asentar el nuevo Estado obrero emanado de los nuevos procesos revolucionarios, se dedicó a investigar la historia de las revoluciones francesas (para concluir que era necesaria la destrucción del Estado burgués) y a analizar la forma de la Comuna de París (de cara a desarrollar propuestas alternativas concretas al Estado burgués). Igualmente, Lenin continuó estos estudios para ahondar en las formas en las que la dictadura del proletariado debería materializarse de forma más eficiente y armónica, investigación que fue impulsada con la constitución de los Soviets.
A modo de conclusión, animamos a todos nuestros lectores a profundizar en el estudio del Estado, el poder burgués y la dictadura del proletariado, especialmente analizando el caso concreto de la Comuna. No podemos olvidar que la Comuna sobrevivió únicamente dos meses, por lo que no podemos negar que existieron errores importantes que desencadenaron este fatídico final. Muchos de estos errores fueron analizados por Marx y Engels, lo cual también es muy útil para extraer conclusiones políticas prácticas, y es que los errores de nuestra clase también nos sirven para afianzar las victorias que están por venir.