A principios de enero, el Gobierno francés anunció una reforma del sistema de jubilación. Sus objetivos: elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años que, junto con el incremento del tiempo de cotización a 43 años -introducido previamente por el Gobierno socialdemócrata en 2014-, significa que la mayoría de los trabajadores no podrán jubilarse con una pensión completa hasta una edad de entre los 65 y los 67 años. Además, esta reforma también suprimirá casi todos los «regímenes especiales», que concedían edades de jubilación más tempranas a algunos sectores laborales y profesiones, como los maquinistas de tren.
La mayoría de los sindicatos están unidos contra esta reforma y han convocado huelgas y manifestaciones. Este llamamiento ha sido ampliamente seguido por los trabajadores y el pueblo en general, participando en las manifestaciones desde los trabajadores más precarios hasta los ejecutivos, pasando por estudiantes de secundaria y bachillerato o personas ya bien entradas en la jubilación. La mayoría de los partidos y personalidades políticas también se han opuesto abiertamente a esta reforma, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Así, las primeras manifestaciones y huelgas tuvieron lugar el 19 de enero, seguidas de las mismas acciones el 31 de enero y los días 7 y 11 de febrero en el momento de escribir estas líneas. Cada día, entre 2 y 3 millones de personas participaron en estas huelgas y manifestaciones, cifras nunca vistas en años o incluso décadas.
Contra esta oposición masiva, el gobierno no parece vacilar y persiste en imponer esta reforma, escudándose en los problemas de financiación del sistema de jubilación actual, asegurando que cuesta y costará demasiado dinero. De esta forma, parafraseando a los miembros del gobierno, la gente tiene que darse cuenta de que trabajar al menos hasta los 64 años es un esfuerzo necesario, casi un acto de solidaridad nacional.
Sin embargo, nosotros y los trabajadores en general somos conscientes de que se trata de un argumento falaz. Si la falta de dinero es realmente el problema, ¿por qué no actuar, en cambio, sobre la evasión fiscal, que costó 100.000 millones en 2022? ¿Y qué decir de los 80.000 millones de dividendos repartidos a los accionistas del CAC40 ese mismo año? Sólo con esto se recuperaría dinero suficiente para financiar el sistema de jubilación durante años y años, al tiempo que se rebajaría la edad de jubilación a los 60 años.
Estas propuestas, aunque legítimas como reivindicaciones y observaciones, son sin embargo demasiado cortas de miras, como lo es una lucha dirigida únicamente contra la reforma en sí misma. En efecto, el objetivo del gobierno, el gobierno de los capitalistas, no es sólo «ahorrar dinero» per se, ni tampoco hacerlo empujándonos a trabajar más tiempo. El objetivo de los capitalistas siempre ha sido y será explotarnos, mientras que el objetivo del gobierno bajo el capitalismo siempre ha sido legalizar esta explotación y protegerla como sea posible, concediéndonos derechos o suprimiéndolos cuando mejor convenga según la relación de fuerzas del momento. Así, es evidente que esta reforma, como todas las reformas que ponen en marcha regresiones sociales, está ligada a una voluntad del gobierno y de los capitalistas de endurecer nuestra explotación por parte de estos últimos, por lo que es necesario, más que luchar contra esta reforma y contra tales reformas en general, luchar contra el capitalismo mismo con el objetivo final de derrocarlo.
Sin embargo, la conciencia de estos hechos y de esta necesidad -del vínculo orgánico entre el propio capitalismo y estas reformas- no parece estar extendida o, al menos, realmente desarrollada entre los trabajadores. La lucha sigue limitándose, en general, a la lucha contra estas reformas y el gobierno en sí, luchas a corto plazo que, si tienen éxito, sólo están destinadas a retrasar lo inevitable y que, de hecho, sólo pretenden limitar nuestra explotación. Además, los sindicatos y los partidos políticos que se oponen a esta reforma sólo contribuyen a impedir que se desarrolle esta conciencia. En efecto, o bien los sindicatos están completamente en una voluntad de negociación más que de lucha, y sólo para impedir que se apliquen tales reformas -o incluso para aceptar su aplicación con medidas suavizadas- como la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), o bien están históricamente y todavía en parte en una lógica de lucha contra el capitalismo, pero están dirigidos por personas que abandonan esta lógica por una lucha para suavizar la explotación capitalista, corrompiendo de esta forma a todo el sindicato -como la Confederación General del Trabajo (CGT)-. En cuanto a los partidos políticos, pensamos que es inútil hablar de cómo los partidos de derechas no desarrollarán esta conciencia, así como hablar de cómo los partidos socialdemócratas de izquierdas sólo quieren, en el mejor de los casos, suavizar la explotación capitalista; ambos bandos sólo están surfeando sobre la oposición masiva para ganar partidarios y votantes mientras ellos mismos ponen en marcha reformas similares cuando están en el poder (como recordatorio: son los socialdemócratas los primeros que votaron a favor de aumentar el tiempo de cotización a 43 años, y ahora están «protestando» contra esta reforma)
Así pues, consideramos que nuestro papel, como comunistas y revolucionarios, es asumir este papel que nadie más puede asumir de una forma real y seria: desarrollar esta conciencia entre los trabajadores y denunciar al capitalismo como el verdadero y único responsable de esta reforma y de todos los ataques contra nuestros derechos. Los capitalistas quieren y se benefician de la pérdida de nuestros derechos, ya que intensifica nuestra explotación y aumenta sus beneficios. En consecuencia, debemos aspirar a transformar estas luchas de luchas contra reformas puntuales -pero también, más en general, contra los problemas socioeconómicos concretos- en una lucha contra el capitalismo como denominador común de estas reformas y problemas, y por tanto en una lucha por derrocar el capitalismo como única solución para acabar total y definitivamente con estos problemas, y sustituir el capitalismo por el socialismo-comunismo como única vía para proteger y desarrollar permanentemente los derechos y la condición de los trabajadores y de la inmensa mayoría de la población en general.