Hace unos días nos despertábamos con la noticia de la compra de la empresa andaluza MEDAC, líder de la FP privada en España, por parte de un fondo americano por un valor de 200 millones de euros. Esta noticia vuelve a evidenciar un proceso que se lleva dando desde hace muchos años en nuestro país: la entrada de monopolios y capital privado en el sector educativo como uno de los nichos de mercado que aún quedaban sin explotar en nuestro país.
La educación continúa teniendo un papel muy claro en la lógica de este sistema como correa de transmisión de la ideología dominante hacia los jóvenes y como formadora de la futura mano de obra en base a las necesidades productivas del capital. Para ello, los capitalistas cuentan con múltiples herramientas. Muchas de estas se enmarcan dentro de la propia educación pública, amoldándola al gusto e intereses de los grandes monopolios, como ocurre con la modificación de la oferta de grados universitarios que ya dejó entrever la Junta de Andalucía, con la sobreespecialización de los grados o con la firme apuesta por los conciertos educativos en bachillerato y por la FP dual por ese mismo gobierno. Sin embargo, es en el campo de la educación privada donde estos intereses económicos hacen presencia a cara descubierta.
La FP es sin duda uno de los nichos de mercado con mayores posibilidades para las grandes empresas en nuestra comunidad. La escasez interesada de oferta de titulaciones públicas por parte de la Junta junto a la financiación mediante conciertos de las titulaciones privadas allana el camino a toda incursión privada en esta área.
Por ello, no extraña que el instituto MEDAC (cuyo cofundador, Javier Imbroda, es el actual consejero de Educación de la Junta de Andalucía) continúe aumentando su valor y sus ganancias con operaciones como esta, a la vez que aumenta su influencia en el campo de la FP.
Pero no nos confundamos. La apuesta clara por una educación afín a los intereses económicos de los grandes monopolios, ya sea privada o pública, no es un problema del color del gobierno, sino que es un problema sistémico. No nos dejemos llevar por aquellos que en 40 años de gobierno autonómico cometieron todo tipo de ataques a la educación pública ni por aquellos que, junto a los primeros en el gobierno central actual, amoldan ahora la educación y la universidad en base a los mismos intereses económicos.
La realidad, es que la solución pasa por confiar en nuestras propias fuerzas, por organizarnos en cada centro de estudios y hacer de estos una trinchera en pie de guerra contra el sistema capitalista. Por ello, solo tenemos una alternativa: si queremos una educación al servicio de la clase trabajadora, debemos tomar partido, debemos elegir lo necesario.