El día 12 de este mismo mes de mayo se aprobaba la Ley Rider por el Consejo de Ministros, y el PCTE señalaba en una nota de prensa la nula alteración legislativa y la poca funcionalidad de esta ley para frenar los ataques que supone el proceso de uberización. Entre otras insuficiencias que tenía la medida, que contrastan con el lenguaje victorioso y autocomplaciente del Gobierno, se dejaba tres meses de margen a las empresas para regularizar a los trabajadores y no se acompañaba esta decisión de garantía alguna para los actuales puestos de trabajo.
Apenas unos días después se han dado a conocer los movimientos que las grandes empresas del sector (Uber Eats, Deliveroo, Glovo y Stuart) realizan para ensayar fórmulas mediante las que mantener parte de la flexibilidad interna y disponibilidad de la mano de obra que generaba al negocio tan alta rentabilidad. Parece que esto se acometerá a través de la subcontratación de personal a ETTs digitales (como JobandTalent y BuscoExtra) y empresas de reparto en puerta. Queda patente que, al cerrar el acuerdo de ley, ni patronal ni Ministerio tenían en mente una completa contratación de las plantillas y que el margen de tres meses se daba para que pudieran replantear las vías de contratación a conveniencia, contando con la posibilidad de la subcontratación.
Hemos reiterado muchas veces que, bajo figuras como la de los falsos autónomos, subyace un proceso mucho más hondo, amplio y significativo. La llamada uberización no es un fenómeno localizado y reducido al sector del prodeliveri, tiene que ver con la introducción paulatina desde hace años de determinados mecanismos en el mundo laboral que, con la crisis en ciernes, están viviendo un proceso de extensión y potenciación. Mecanismos para maximizar la explotación de la fuerza de trabajo a través de la flexibilidad y su utilización a demanda, según los picos y ciclos que requiera la producción.
Los falsos autónomos no son un fenómeno completamente nuevo, llevan existiendo años en sectores como la industria (en labores de mantenimiento u otras cuestiones técnicas), de la misma forma que las puertas del trabajo a demanda fueron inicialmente abiertas con la instalación de las ETTs en nuestro país (por el Gobierno socialista de Felipe González). La coalición PSOE-UP está permitiendo e incluso favoreciendo el desarrollo de este proceso de flexibilización y uberización, asumiendo los pasos ya dados en las legislaciones anteriores y planificando otros. El reenfoque que se da a los ERTEs, por ejemplo, que se instaurarán como un potente mecanismo de flexibilidad interna, avanza en esta dirección. Las medidas que se anuncian en el Plan 2050, amén de la reiterada “modernización” del mercado laboral, se enfocarán también en buena medida en esa línea.
La presión social y sindical en el sector prodelivery ha conseguido que las empresas dejen de disponer de la fórmula de los falsos autónomos. Pero la búsqueda constante por aumentar las ganancias les empuja a tantear nuevos mecanismos para garantizar el trabajo a demanda. En este escenario aparecen las ETTs digitales, que van a cobrar particular importancia tanto en el sector prodelivery como en muchos otros. La subcontratación a otras empresas de reparto a puerta es otra vía con la que Glovo, Deliveroo, UberEats y Stuart parecen estar negociando; empresas que, pese a contar con flotas de repartidores contratadas, hacen un uso muy flexible de la mano de obra.
Así pues, la tendencia a la uberización y flexibilización del trabajo, en el actual contexto de crisis, seguirá extendiéndose a muchos sectores, si no a través de la figura de los falsos autónomos, de otras fórmulas como las ETTs digitales y otras formas de flexibilidad interna que llevan introduciéndose años. Los CJC, ante estos hechos, queremos trasladar lo siguiente:
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Las batallas parciales, como la que ha tenido lugar ante el uso de falsos autónomos en el sector prodelivery, se demuestran necesarias para mejorar las condiciones de vida inmediatas de los jóvenes trabajadores, pero insuficientes para frenar de manera duradera o significativa los ataques que la clase capitalista lleva a cabo contra nuestra clase en su afán de aumentar beneficios.
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La confianza en cualquier gobierno socialdemócrata y el desplazamiento del papel de la lucha y organización de la clase suponen un gran peligro, inmediato y a largo plazo, para el conjunto de nuestra clase. Los gobiernos solo gestionan, de una u otra manera, las necesidades del capitalismo, y desactivar la lucha y la movilización cuando ciertos partidos gobiernan, supone otorgar un cheque en blanco a la clase que necesita redoblar su agresividad contra la nuestra en este contexto.
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Es necesario, por tanto, que la juventud obrera y de extracción popular confíe en sus propias fuerzas únicamente, y se implique en la lucha tanto política como sindical para dar respuesta a los ataques inmediatos de la crisis, para construir una alternativa política fuerte que haga valer los intereses del conjunto de la clase trabajadora.