Hace ahora un siglo, los hombres y mujeres que nos precedieron en la lucha vivían momentos vibrantes. Acababa de finalizar el III Congreso de la Internacional Comunista, celebrado del 22 de junio al 12 de julio en Moscú, al que había asistido una delegación que representaba a los dos partidos comunistas que existían en nuestro país: el Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español. Las gestiones de la Internacional desembocarían en la conferencia de unificación de ambos partidos, celebrada en Madrid del 7 al 14 de noviembre de 1921, de la que nacería el Partido Comunista de España (Sección española de la IC).
Así tomaba cuerpo en España el deslinde de campos en lo organizativo, en lo político y en lo ideológico que, como hemos visto en el primer artículo de este número, en el plano internacional había representado la fundación de la Internacional Comunista en marzo de 1919. A un lado los reformistas y las viejas organizaciones socialdemócratas, al otro los revolucionarios organizados en partidos comunistas adheridos a la nueva Internacional. Como había señalado Lenin, la II Internacional había entrado en bancarrota, agonizaba y se descomponía en vida, desempeñando el papel de lacayo de la burguesía internacional durante la Primera Guerra Mundial. Frente a las viejas concepciones socialdemócratas se imponía la estrategia leninista.
La posición de neutralidad adoptada por España en la Primera Guerra Mundial permitió una intensa acumulación capitalista. Las principales industrias: textil, metalúrgica y minera se desarrollaron extraordinariamente. Las transformaciones económicas impulsaban el crecimiento numérico del proletariado, su organización y conciencia de clase. La lucha obrera entraba en una etapa de radicalización que pasará a la historia como el trienio bolchevique.
En esas condiciones, la reacción de la dirección del PSOE ante el triunfo del proletariado ruso provocó un abierto malestar entre la militancia. La posición aliadófila adoptada por los viejos dirigentes socialdemócratas durante la Primera Guerra Mundial, la política de conjunción con los republicanos y la corrosión oportunista de la dirección socialista, condujeron al PSOE a adoptar una posición crítica ante el desarrollo de los acontecimientos en Rusia. Es conocido el editorial del periódico El Socialista en el que, bajo el título de “Sería bien triste”, se decía: “las noticias que recibimos de Rusia nos producen amargura. Creemos sinceramente que la misión de aquel gran país era poner toda su fuerza en aplastar el imperialismo germánico… Elevados y respetados son los ideales en que se han inspirado los realizadores de este último movimiento. Pero también inoportunos, y por inoportunos, acaso funestos”.
La lucha entre las posiciones reformistas y revolucionarias se intensifica en las filas socialistas, en las que crece la simpatía por la Revolución de Octubre y la voluntad de adherirse a la Internacional Comunista. En ese contexto, a finales de 1921, llega a España una delegación clandestina de la Internacional compuesta por Borodin, Ramírez y Roy que da a conocer las posiciones revolucionarias y toma contacto con los dirigentes de la Federación de Juventudes Socialistas de España y del sector crítico del PSOE, agrupados en torno a la publicación Nuestra Palabra. Son los denominados “terceristas”. Ese mismo medio, el 23 de enero de 1920, publicará una entrevista con Borodin, una vez que este había abandonado el país. Son los denominados “terceristas”.
Las bases del proceso que conduciría a la creación del PC Español y del PCOE estaban sentadas. La dirección de la Federación de Juventudes Socialistas decide no esperar a la celebración del congreso extraordinario del PSOE, previsto para junio de 1920, y en una reunión, celebrada en la Casa del Pueblo de Madrid el 15 de abril de 1920, toman la decisión de fundar el Partido Comunista Español. El nuevo partido entra en una confrontación abierta con la dirección del PSOE y es recibido críticamente por el sector tercerista, con el que existirá una dura rivalidad. Dada la juventud de su militancia, el Partido Comunista Español será bautizado por sus adversarios como el “partido de los cien niños”, que se convertirá en Sección española de la Internacional y cuyo órgano de expresión será El Comunista. En el número 3 de este periódico, publicado el 1 de junio de 1920, se refleja el acuerdo de la Internacional Juvenil Comunista, con sede en Berlín, de reconocer al PC Español como único representante de la juventud comunista española, instando al nuevo partido a crear con rapidez su propia organización juvenil, lo que representa un primer paso hacia el nacimiento de la Juventud Comunista en nuestro país, cuyo primer órgano de expresión será El Joven Comunista.
El Partido Comunista Español nace en un ambiente de represión sistemática. Las detenciones arbitrarias, la prisión, las deportaciones y los despidos de militantes comunistas se generalizan. El Comunista es censurado y el Partido carece de fondos para sostener un mínimo aparato y para ayudar a los presos y sus familias. El siguiente episodio, relatado por Amaro del Rosal, ilustra las difíciles condiciones en que se movía la militancia comunista y los delegados de la Internacional en España:
“En una de las ocasiones en que se encontraba en Madrid un Delegado de la Internacional (Buró de Berlín para Europa Occidental) coincidió con unos de esos días de gran fiesta que aprovechaba la reacción para organizar una colecta instalando mesas ‘pepitorias’ en todas las iglesias madrileñas presididas por damas de la aristocracia y de la corte. Una abigarrada multitud recorría los templos –estaciones- al mismo tiempo que, en un ambiente de verdadero tumulto y confusión, aportaban sus donativos piadosos. Las mesas ofrecían un verdadero revoltijo de billetes de banco y monedas, todo ello en el más perfecto desorden. Para que el Delegado conociera ese espectáculo madrileño, a los camaradas se les ocurrió organizar un grupo que le acompañara a visitar ‘las estaciones’. Cuando un grupo salía de una de las famosas iglesias de la calle de Alcalá y se encaminaba a visitar otra ‘estación’, el Delegado, a modo de broma, saca del bolsillo de su abrigo un gran manojo de billetes de banco y se lo entrega al camarada de finanzas que formaba parte del grupo al mismo tiempo que decía: ‘Ahí tienes los medios económicos para los próximos números de El Comunista’. El donativo de algún conde o marqués se había desviado de una de las mesas, que tal vez presidía una infanta o Duquesa de la Victoria, hacia el bolsillo del Delegado. Las ‘gracias a Dios’, por esa ayuda inesperada y providencial, las daría el dueño de una imprenta…”.
Llegado junio de 1920, el PSOE celebra un congreso extraordinario para analizar la adhesión a la Internacional Comunista. Una mayoría decide establecer relaciones con la IC, pero la dirección maniobra y se acuerda que esa decisión sea provisional a la espera de las conclusiones que arroje el viaje de una delegación del PSOE a Moscú, donde entre los días 19 de julio y 7 de agosto de 1920 sesiona el II Congreso de la Internacional Comunista, en el que se aprueban las famosas Condiciones para la admisión en la Internacional, que pasarían a la historia como las 21 condiciones, en las que se concretaban las funciones y características que debían adoptar los partidos revolucionarios de nuevo tipo.
El 18 de octubre de 1920, llega a Moscú una delegación del PSOE integrada por Daniel Anguiano y Fernando de los Ríos, que serán recibidos por Lenin el 10 de diciembre. En esa reunión, Fernando de los Ríos se preocupa por el problema de la libertad en abstracto, a lo que Lenin responde con el famoso comentario de “Libertad, para qué…”. A su vuelta a España, Anguiano defenderá la integración del PSOE en la nueva Internacional, mientras que Fernando de los Ríos suma sus fuerzas a Pablo Iglesias, Largo Caballero y Besteiro en contra de la adhesión.
En abril de 1921, el PSOE celebra un nuevo Congreso Extraordinario, centrado en el debate sobre las 21 condiciones de la Internacional Comunista y, en medio de una amplia polémica, acuerda la adhesión a la Internacional de Viena o Internacional Dos y Media, fundada en Viena en febrero de 1921. Los terceristas, partidarios de la Internacional Comunista, se retiran del congreso y hacen públicas sus razones:
“Con la serenidad de quienes cumplen un deber de conciencia, nos retiramos de este congreso en el que ya nada tenemos que hacer. Y nosotros creemos, con fe inquebrantable, que el proletariado español no irá con vosotros por los placidos caminos que vienen de Viena, sino por la senda áspera, pero senda de salvación que se llama Internacional Comunista, bajo cuya bandera nos acogemos desde ahora”.
Nace el Partido Comunista Obrero Español. Su primer órgano de expresión será La Guerra Social, al que pronto sucederá La Antorcha. Existen en España dos partidos comunistas, profundamente enfrentados pero llamados por la Internacional a entenderse entre sí. En los meses siguientes, se desarrollan innumerables polémicas que, finalmente, desembocan en las toda una serie de conversaciones en las que el PCOE está representado por Manuel Núñez de Arenas, el PC Español por Gonzalo Sanz y la Internacional por el diputado italiano Graziadei. Las discusiones desembocarán en la conferencia de unificación que tuvo lugar en Madrid entre el 7 y el 14 de noviembre de 1921, de la que nacerá el Partido Comunista de España.
El nuevo PCE acordará la fusión de las juventudes del PC Español y del PCOE en una sola organización. Nace la Unión de Juventudes Comunistas de España, cuyo primer Secretario General será Tiburcio Pico, como juventud del PCE y sección española de la Internacional Juvenil Comunista. Sus primeros años, al igual que sucede en el Partido, vendrán marcados por la división interna y la represión, especialmente tras el inicio de la Dictadura de Primo de Rivera, a la que los comunistas se oponen abiertamente, lo que terminará conduciendo a la clandestinidad. Hasta la proclamación de la II República, tanto el PCE como la UJCE vivirán años de plomo, que desembocan en el aislamiento y la pérdida de militantes.
Como toda organización que da sus primeros pasos, el Partido Comunista comete durante sus primeros años toda una serie de errores de infancia. Pero esos errores no empeñan lo esencial: en un periodo de un año y medio se produce un fuerte debate en el movimiento obrero español que dará a luz a una nueva fuerza política indispensable a partir de entonces. La historia de España desde 1920 no se entiende sin la aportación decisiva de los comunistas, que lograrán convertir al PCE en un gran partido que protagonizará episodios decisivos en las décadas que están por venir.
Los primeros años de vida del Partido han sido sometidos a una crítica feroz. En muchas ocasiones, por aquellos que posteriormente consideraron un error el deslinde de campos entre posiciones revolucionarias y reformistas que representó el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre y la creación de la Internacional Comunista. En resumidas cuentas, por parte de quienes volvieron al redil de la socialdemocracia.
Analizar autocríticamente nuestra historia es un deber y una necesidad. También lo es el entender que sin el partido de ayer, no existiría el partido de hoy y sin el partido de hoy no existirá el partido de mañana. Tras más de un siglo de lucha comunista, rendimos homenaje a los hombres y mujeres que entregaron lo mejor de sí mismos para conquistar la humanidad emancipada por la que seguimos luchando.