Clara Zetkin nace un 5 de julio de 1857 en el municipio alemán de Wiederau y no tardaría demasiado en emprender su lucha activa contra el capital; recién terminada su educación secundaria, descubre la miseria y explotación a la que se veían abocados los mineros de Silesia. Fue ese contacto con la crudeza de las condiciones de vida de los obreros donde su determinación por la liberación de la clase toma forma y no terminaría hasta el día de su muerte.
Tras finalizar sus estudios en magisterio, Zetkin se afilia al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) donde continuó con su actividad política. Fue debido a la dictadura bismarckiana y las prohibiciones a la militancia socialista que se tuvo que exiliar a Zúrich en 1882, donde conocería más de cerca el movimiento obrero suizo de la época y entablaría contacto con otros líderes socialistas. París también fue un refugio para Zetkin, donde continuó su prolífica actividad redactora clandestina. Regresó a su país natal como organizadora de la sección femenina del Partido y fundadora del periódico llamado La Igualdad, una de las publicaciones más importantes en la difusión de la política de las mujeres socialistas de entonces.
Fiel defensora de las posiciones revolucionarias en el seno de la II Internacional, feroz crítica de Bernstein y sus acólitos, fue una de las fundadoras de la Liga Espartaquista y del Partido Socialdemócrata Independiente Alemán, resultado, entre otras razones, de la oposición a las posiciones socialchovinistas del SPD ante la I Guerra Mundial. Sería en este mismo contexto de guerra imperialista en el que Zetkin hizo un llamamiento a las mujeres socialistas y convocó la Conferencia de Zimmerwald de 1915, en la que se condenó a la guerra con la consigna de «hacer guerra a la guerra», todavía vigente más de cien años después de su proclamación.
Pero la lucha por los derechos y la liberación de la mujer obrera de Clara Zetkin también vivió grandes avances en dos ocasiones anteriores. La Conferencia Internacional de mujeres socialistas de Stuttgart (1907) fundó la Internacional Socialista de Mujeres a través de la participación de 58 delegadas. Este encuentro se desmarcó de los argumentos sufragistas para la defensa del derecho al voto femenino por una razón exclusivamente de su género, y explicó las condiciones clasistas tras esta reivindicación para la mujer obrera: «[…] para las proletarias, este derecho representa un arma para la batalla que deberán librar a fin que la humanidad se vea libre de la explotación y del dominio de clase; les permite una mayor participación en las luchas para la conquista del poder político por parte del proletariado con el fin de superar el orden capitalista y construir el socialista, el único que permite una solución radical de la cuestión femenina».
Solamente tres años más tarde, en 1910, tuvo lugar en Copenhague el II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, al que asistieron más de cien delegadas de 17 países. Dicho encuentro, además de continuar con el debate en torno a acciones para conseguir el sufragio universal, también proclamó el día 8 de marzo como el Día internacional de la mujer trabajadora. A propuesta de Zetkin y otras compañeras, se hizo hincapié en la importancia del papel de la mujer proletaria en la lucha revolucionaria en un contexto del movimiento obrero ascensional y de crecientes contradicciones inter imperialistas. El principio de su propuesta rezaba: «Para impulsar la emancipación política de la mujer es deber de las mujeres socialistas de todos los países agitar infatigablemente entre las masas trabajadoras según los principios antes mencionados; ilustrarlas con discursos y literatura sobre la necesidad social y la importancia de la emancipación política del sexo femenino y aprovechar, por tanto, toda oportunidad de hacerlo […]».
Tras la victoria del proletariado ruso de 1917, el calor revolucionario impregnó toda Europa y, en su país, Zetkin fue una de las fundadoras del Partido Comunista de Alemania, del cual fue elegida representante en el Reichstag hasta su muerte en 1933. Durante estos años también formó parte del comité ejecutivo de la Komintern y, en 1925, fue elegida presidenta de la organización solidaria internacional Socorro Rojo.
Tras la llegada al poder alemán del nazismo, Zetkin volvió a exiliarse, esta vez en la Unión Soviética, donde murió el 20 de junio de 1933. Sus restos descansan hoy en el Kremlin de Moscú, pero su legado permanece vivo: la lucha contra la guerra imperialista toma hoy un papel más presente que nunca y, no solo el 8 de marzo, sino todos los días del año, las comunistas seguimos situando el horizonte emancipador de la mujer proletaria en la lucha revolucionaria por el socialismo-comunismo.