Cuando hace ya siete años se celebró en Valencia el Congreso de Unidad Estudiantil, buena parte del estudiantado militante distribuido a lo largo de todo el país contaba ya con varios años de experiencia política. La crisis económica de 2007-2008 había ido acompañada de recortes, privatizaciones y medidas legislativas que buscaban acomodar el sistema educativo a las demandas del mercado comunitario. Frente a estas, la respuesta de la comunidad educativa se tradujo en la multiplicación de la movilización, el surgimiento de numerosos movimientos y organizaciones estudiantiles y dos huelgas generales educativas en los años 2011 y 2012. De los reunidos en Valencia aquel diciembre de 2015, pocos eran los que no habían participado activamente en las huelgas, piquetes o encierros que se sucedían por todo el país y todos ellos provenían de los diferentes espacios políticos a través de los que se organizaba la respuesta del estudiantado. Era el deseo de clarificar los aciertos y errores de ese movimiento, de dotar al estudiantado de las herramientas necesarias para avanzar en su estrategia y capacidades, lo que movía la realización del encuentro. Del debate de las enseñanzas acumuladas surgiría el Frente de Estudiantes.
De esta forma, para entender los ejes del nuevo proyecto es necesario situar primero las características del movimiento estudiantil previo. A pesar de existir un lapso generacional entre la lucha contra el Plan Bolonia a principios de los 2000 y el ciclo de movilización del que surgiría el FdE, las formas políticas y organizativas que el movimiento estudiantil desplegó a principios de este último eran herederas directas del primero. Su característica principal era la fragmentación organizativa y la carencia de espacios de coordinación unitaria estatal: el estudiantado se encontraba organizado eminentemente a nivel de centro, con algunas raras organizaciones regionales, y su movilización tendía a concentrarse en torno a las convocatorias estatales realizadas por el resto de sectores de la comunidad educativa o por estructuras sin contacto real con el estudiantado. Las huelgas y movilizaciones mecánicas (especialmente propiciadas por el Sindicato de Estudiantes) constituyen una de las principales señas de identidad de este periodo, con la consecuente desconexión entre las reivindicaciones generales y el trabajo político-organizativo realizado en los centros de estudio. Incluso las mejores iniciativas se veían limitadas por la carencia de una estructura que permitiese coordinar esfuerzos más allá del ámbito local.
El surgimiento del Frente de Estudiantes como estructura estatal supuso, en este sentido, un salto cualitativo que permitió al movimiento estudiantil vincular sus esfuerzos a lo largo de todo el Estado con una estrategia clara: organizar al estudiantado en cada centro de estudios y elevar sus reivindicaciones y capacidad política poniendo en contacto cada reivindicación concreta con la lucha política estatal. Julia Hernández, miembro de la Dirección General hasta el IV Congreso, nos cuenta cómo la propuesta del FdE le hizo descubrir un nuevo tipo de movimiento estudiantil que hacía al estudiantado protagonista del devenir de su lucha:
«El FdE fue todo lo que necesitaba el movimiento estudiantil y, en cierto sentido, una generación que había sufrido las huelgas del SE, que había vivido esa desconexión con toda herramienta combativa que verdaderamente tuviese la capacidad de lograr algo. Acabar con esa dinámica y hacerlo bajo la bandera del trabajo de base fue el tipo de idea rompedora que el FdE aportó. Estar en el día a día porque es tu día a día, hacer ver que poner ese pequeño ladrillo para cambiar las cosas era cuestión de juntarse y construirlo. Muchos estudiantes encontramos un espacio en el que poner semillas para que germinaran en un proyecto común. Nuestra inquietud por poder cambiar cosas podía ahora echar raíces en un sitio y este era el FdE.
La concepción y construcción de un proyecto organizado estatalmente fue también una ruptura total con las dinámicas que había antes. Saber que no estás solo, que estás junto a los compañeros de tu centro, de tu provincia, de tu comunidad autónoma y de todo el país: ver su actividad en redes sociales, conocer sus ideas y conclusiones a través de las vías internas, ir a actos conjuntos y conocerlos. Ese pequeño cobijo, ese abrigo de clase era milagroso, era necesario y creo que mucha gente de nuestra época lo necesitaba».
Desde un principio el sindicato tuvo que enfrentarse a nuevos desafíos producto de sus nuevas posibilidades de intervención y desarrollo orgánico, así como al rápido cambio de las condiciones de intervención. El FdE, que consigue articular de forma independiente y organizada la lucha del estudiantado, no puede en el momento de su nacimiento desplegar todo su potencial, porque esto ya ocurre en el ocaso de aquel ciclo de movilización. Un ciclo que se salda y coincide con la victoria electoral de la socialdemocracia y con el inicio de un periodo gobernado por las lógicas de la paz social, que permean al conjunto del movimiento de masas. Poco después de la conformación del gobierno de coalición, la pandemia cercenó por completo los canales de conexión y enfrentó al estudiantado militante a condiciones de intervención inéditas.
El acertado golpe de dirección, la habilidad adquirida en la dirección de la lucha de masas, permitió no obstante que la fuerza organizada del estudiantado se enfrentase a esta nueva coyuntura en condiciones de articular un plan, de pensar colectivamente cómo y con qué objetivos orientar su trabajo, a sabiendas de que aún no se tenía la fuerza suficiente como para saltar por los aires los vaivenes del movimiento de masas. La tarea era afianzar la base más militante y combativa del sindicato, enraizar su trabajo en los centros de estudio, hacerlo creativo y en contacto permanente con el estudiantado toda vez que se reforzaba el trabajo político-ideológico.
Juan Helios, miembro de la Dirección General del FdE durante el segundo y tercer periodo intercongresual, analiza así los desafíos a los que se enfrentó el FdE y lo que ha supuesto la existencia del sindicato para el movimiento estudiantil durante este periodo:
«Durante el periodo de lucha de 2015 a 2017 el Frente era un proyecto ascendente. Se cometían errores, pero no se veían tan claramente debido a que el ciclo de movilización no los penalizaba tanto. En el momento que este periodo de movilización terminó empezamos a observar cómo las condiciones de la lucha de clases afectaban al entorno y a la propia militancia del sindicato, sobre todo allí donde aún no se habían terminado de interiorizar las dinámicas de trabajo y combate constante y diario. Mientras, aquellas secciones con fuerte enraizamiento y tablas reivindicativas, con campañas pegadas a pie de centro y conectadas con la realidad general, mantuvieron el tipo e incluso crecieron (…). El tener una estructura centralizada y unida ha permitido que esta perviva a lo largo de periodos de desmovilización, asegurando que los análisis de las generaciones anteriores pasen a las siguientes, así como sus aciertos y el análisis y superación de sus errores. Esto creo que es un avance de dimensiones enormes pero que aún tiene que corroborar el trascurso del tiempo. Si el nuevo movimiento estudiantil es capaz de conseguir victorias y generar estructuras de organización y poder independiente del estudiantado en ese proceso gracias al Frente de Estudiantes entonces habremos pasado la prueba de fuego».
Hoy el suelo social, como se ha desescrito en otros artículos de este número, no es el mismo. La sucesión de la pandemia, la crisis y la guerra; la inflación y el empobrecimiento generalizado de la clase obrera y los sectores populares, implica una concentración de descontento social que aún la socialdemocracia tiene la capacidad de contener y que entre la juventud se canaliza principalmente en forma de resignación. Ello, sumado a la constatación de que la gestión capitalista se produce solamente dentro de los propios márgenes que el capitalismo permite en cada momento, cada vez más estrechos, convierten en un imperativo que nos propongamos la tarea de reactivar la protesta, camino que se inició aún tímidamente el pasado 24 de marzo de 2022 con la convocatoria de una Huelga General Estudiantil. El lanzamiento del documento-programa del Frente de Estudiantes supone un importante punto de inflexión. Permite reafirmar el FdE como herramienta de lucha idónea para el estudiantado, situarlo históricamente y esclarecer coordenadas desde las que organizar y canalizar la respuesta estudiantil a la crisis. Esto, para los jóvenes comunistas, es clave en la apertura –al menos en su dimensión educativa– de un nuevo y amplio ciclo de movilización. Un ciclo que rompa y supere los esquemas del periodo anterior, en el que hagamos valer las posiciones de clase y las formas de organización y acción que nos son propias; del que el movimiento revolucionario, con el Partido y la Juventud en el vértice, salga reforzado.
Unos párrafos más arriba abordábamos las características del viejo movimiento estudiantil, aquel que plantaba cara a la crisis de 2008 y de cuyos aciertos, errores y experiencia el proyecto del FdE es superación y síntesis. Si bien estas reflexiones políticas inundaban ya numerosos análisis a lo interno del sindicato, ahora su militancia da un paso más. La elaboración y publicación de este documento programático –la exteriorización, en definitiva, de la estrategia para el nuevo movimiento estudiantil esbozada ya en el IV Congreso del sindicato– expresa bien cómo el FdE es una estructura de masas viva que no sólo se construye a sí misma desde su propia organicidad y desde sus propios procesos, sino que necesariamente funde sus propuestas y su acción con el conjunto del estudiantado.
En este mismo sentido Olmo Arquero, Secretario Interno del Frente de Estudiantes, charla con nosotros sobre lo que significa para el sindicato la publicación de dicho documento:
«Es un documento que orienta nuestro trabajo no durante un curso ni durante dos, sino para una coyuntura política concreta. Un contexto de crisis, empobrecimiento, desmovilización (…). Este documento rebusca en nuestros orígenes, analiza el movimiento estudiantil en el franquismo y su vinculación al movimiento obrero y las luchas populares. Se entendía, también en ese momento, que otro modelo educativo no era posible sin que la clase obrera decidiese, transformase. Nosotros cogemos ese testigo. Somos un sindicato estudiantil con asunción plena de que el movimiento estudiantil debe darse en unidad con el movimiento obrero. Abordamos también otros aspectos fundamentales como la organización de base en los centros, el Gobierne quien gobierne… Todo esto queda plasmado en este documento-programa y a través de la explicación y transmisión entre cientos de compañeros tenemos que saber ponerlo en práctica. El documento sienta las bases para trabajar durante el próximo periodo».
Esas bases se sientan, además, en unos determinados términos: unidad con la comunidad educativa y necesaria vinculación de denuncias; reconocimiento de la centralidad del movimiento obrero como premisa emancipadora; independencia política y lucha en todas las condiciones; trabajo amplio, combativo y acompasado en centros de todo el país en el marco de una estructura unitaria, etc. Al calor de la publicación del documento programático Javier de Miguel, dirigente del Frente de Estudiantes en Madrid, sitúa algunas reflexiones sobre esto último:
«La organización de base permite, en primer lugar, adaptar, introducir y arraigar las reivindicaciones más generales del sindicato en cada centro de estudios. Permite conectar verdaderamente con el estudiantado, luchar esas reivindicaciones desde la cotidianidad de los centros, relacionar las tendencias y las implicaciones del modelo educativo con problemáticas y conflictos en nuestra realidad más cercana. Esto es fundamental para generar movilización y para involucrar a más compañeros en ella. La sección sindical del Frente de Estudiantes es la herramienta por excelencia del conjunto del estudiantado. Es fundamental ese equilibrio entre el sindicato estatal, centralizado, su proyecto general y la capacidad de trabajo a pie de aula, en contacto directo con nuestros compañeros».
En ese trabajo de base se sigue así hallando la clave de bóveda del nuevo movimiento estudiantil. Si las secciones sindicales del FdE representan y encarnan desde hace años la organización permanente del estudiantado, el documento programático coloca la necesidad de generar participación política amplia alrededor de la figura de la sección. Es decir, reafirma el Frente de Estudiantes como corazón de la lucha del estudiantado y define canales y mecanismos desde los que implicar activamente a cada vez más compañeros y compañeras.
Que todo estudiante encuentre un nivel de encuadramiento y participación: con la sección sindical en el centro, pero generando canales para ampliar el tejido organizativo y la influencia del sindicato estudiantil en el centro de estudios. Que no haya un sólo estudiante que no conozca al FdE, porque se le ve y se le siente, se conoce a sus militantes y a sus dirigentes, porque existen los canales necesarios para la participación del estudiantado en el movimiento estudiantil y el sindicato radica precisamente en eso: en que es la organización de los estudiantes del centro, reconocida por ellos como propia, que organiza militantemente a su parte más combativa, pero que genera canales para que todo aquel que quiera pueda participar de manera vinculante y de manera democrática. Ese es el papel que ocupa la asamblea, paradigma de todo lo anterior. Asamblea entendida como espacio coyuntural y no permanente de organización, participación y deliberación de masas que nos permite ejercitar dinámicas de reivindicación, debate, decisión y acción colectiva que trascienden las fronteras de la sección sindical y convierten al estudiantado en agente protagonista y director de su propio movimiento.
El documento programático del Frente de Estudiantes condensa, así, las experiencias acumuladas por el movimiento estudiantil en una propuesta política para el nuevo ciclo que hoy se abre. Una propuesta que busca no sólo ayudar al inicio de este nuevo ciclo, sino, ante todo, dotar al estudiantado de las herramientas político-organizativas para que este se dé en clave de superación de los errores y limitaciones del anterior. Para que el nuevo estudiantado militante encuentre en el FdE el acumulado de experiencia a través del que articular un movimiento de masas amplio y unido a lo largo de todo el país que permita al estudiantado, a través de su propia experiencia de lucha y dirección, generar un vasto tejido de organizacion estudiantil que sea el germen de una nueva educación y una nueva vida, en la que el estudiantado no seamos potencial fuerza de trabajo porque nos hayamos liberado, nosotros mismos, de las relaciones sociales sobre las que se sustancia la explotación capitalista.