1. La gloriosa epopeya de octubre.
En una circular destinada al proletariado y campesinado español, fechada el 27 de octubre de 1934, el Partido Comunista de España abría con las siguientes palabras: “hartos de hambre, de explotación y de terror, los obreros se han lanzado a la batalla buscando por la lucha el pan, la tierra y la libertad. En muchísimos lugares, especialmente en Asturias y Vizcaya, la roja bandera de la revolución y del poder soviético ha flameado al viento como símbolo de una España nueva y libre de miserias. El heroísmo de los trabajadores en lucha ha culminado en la gloriosa epopeya de Asturias la roja, donde ha sido proclamada la República socialista de los obreros y campesinos”.
Estas son las primeras conclusiones a las que llegaba el Partido sobre la Revolución de Octubre de 1934, finalizada ocho días antes. La importancia histórica de este acontecimiento es fundamental, pues por primera vez en la historia de nuestra clase se conseguía tomar el poder y el gobierno proletario se extendía durante dos semanas por las cuencas mineras asturianas, Gijón y buena parte de Oviedo. Tal y como analizaría entonces el Partido, “por primera vez en la historia de la revolución española la bandera de los soviets ha sido levantada”.
2. La correlación de fuerzas en la España de 1934.
No podemos empezar este artículo sin hacer una breve contextualización, retrocediendo hasta el 14 de abril de 1931. Ese día se proclamaba la Segunda República española, dando simbólicamente inicio a un proceso de reorganización político-social tras varios años de dictadura reaccionaria encarnada en Miguel Primo de Rivera. La instauración de la República implicó una transformación de la forma de dominio, del régimen político, que reflejaba una transformación en la correlación de fuerzas social y política; y que trató de encauzar en la forma de república democrática liberal la posibilidad de un proceso económico, político y social de mayor profundidad. Mostrándose incapaz de realizar esta promesa, evidentemente tampoco alteró en lo fundamental la base económica ni el aparato del Estado, que no dudó en ejercer una feroz represión en sucesos como los de Castilblanco (1931) o Casas Viejas (1933). El capitalismo español buscaba modernizarse y actualizarse, asemejándo sus formas a las de otras potencias democrático-burguesas; en un proceso complejo durante el cual varias clases y facciones de dichas clases concurrieron en la disputa hegemónica. En dicho contexto, el PSOE, paradigmático en tal sentido, se convertía en el partido con un mayor número de escaños; y la UGT rondaba los 600.000 afiliados sólo al año siguiente.
Paralelamente, tras años de represión y clandestinidad durante la dictadura, el PCE comenzaba a recomponerse y reorganizarse bajo el liderazgo de José Díaz, a la par que incrementaba poco a poco su actividad, influencia y capacidad de dirección entre las masas trabajadoras. Cuando se proclama la República, el PCE apenas cuenta con un millar de militantes, debido a las dificultades de la década anterior. Sin embargo, a finales de 1932 cuenta con unos 15.000 militantes y afiliados, y al año siguiente obtiene su primer escaño tras las elecciones generales celebradas en noviembre. Vemos que el Partido ya empieza a hacerse notar en un contexto en el que la conflictividad social va en aumento.
3. El giro reaccionario del gobierno republicano.
En las elecciones de 1933, se alzaron vencedores los partidos conservadores y reaccionarios, encabezados por la CEDA de Gil Robles, que eliminaron la legislación reformista del bienio anterior, inaugurando una etapa que será conocida como el “bienio negro”. Las medidas abiertamente antiobreras y antipopulares del nuevo gobierno republicano provocaron la proliferación de huelgas y conflictos sociales, que llevarán al gobierno a endurecer su posición en materia de orden público. Para ello, el presidente Lerroux accede el 4 de octubre de 1934 a la petición de Gil Robles de que entren tres ministros de la CEDA al gobierno. La respuesta a este nombramiento no se hace esperar, pues la CEDA no oculta sus simpatías hacia el fascismo italiano y al nazismo alemán. Considerando que los hechos conducían al establecimiento en España de una dictadura fascista, el PSOE y la UGT proclamaron la huelga general revolucionaria el 5 de octubre, con el apoyo del PCE, mientras que la CNT únicamente apoyará la insurrección en Asturias.
Lo cierto es que esta polarización, esta pulsión entre las fuerzas progresistas —complejas en su composición clasista y dirección— y las reaccionarias, ya venía consumándose desde hacía tiempo; desde antes del triunfo electoral de la CEDA y otras fuerzas derechistas. Sirva como ejemplo el intento de golpe de estado del 10 de agosto de 1932, liderado por el general Sanjurjo, que puso en evidencia que los sectores burgueses más reaccionarios con apoyo de parte de las Fuerzas Armadas no dudarían en tomar la vía de las armas para aplastar cualquier amenaza o afectación a su posición de poder, como acabará ocurriendo en 1936. Este ejemplo, el de la “sanjurjada”, nos sirve también para desmentir el revisionismo historiográfico que lleva a algunos a afirmar que la Revolución de Octubre de 1934 fue el detonante de la Guerra Nacional Revolucionaria en 1936, cuando las fuerzas reaccionarias ya habían tratado de derribar al gobierno republicano dos años antes.
Por otro lado, no podemos entender los sucesos de octubre de 1934 sin enmarcarlos en una situación de crecimiento del fascismo en España en el marco de su combate a nivel internacional. Además de las ya señaladas posiciones filofascistas de la CEDA, en 1931 surgen las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) y dos años después nace Falange Española, ambas inspiradas por el fascismo que subyuga Italia desde 1922 y el nazismo hitleriano que se hará con el poder en Alemania en 1933. Que la CEDA llegue al poder en España, con el apoyo y financiación de sectores de la burguesía industrial y financiera, y que Falange (que ya cuenta con un diputado desde las elecciones de 1933) pueda llegar a aumentar su influencia; son algunos de los mayores temores que se viven en el campo obrero y popular en 1934 y otra de las razones que dan contexto a la Revolución de Octubre como experiencia de lucha contra el avance del fascismo.
4. El desarrollo de la revolución y el establecimiento del control obrero (“La lucha por el pan, la tierra y la libertad”.)
El estallido revolucionario comenzó el 5 de octubre tras varios días de intensas reuniones entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, el cual titubeó y dilató la convocatoria de huelga general hasta que la situación se hizo insostenible. A esta falta de decisión y de preparación, unida a la escasa organización en las fábricas, achacó el PCE la derrota en numerosos puntos del Estado. La propuesta táctica de las Alianzas Obreras como frente único de lucha y combate a la reacción tuvo una rápida difusión en muchos puntos del país, siendo interpretado por el propio PCE como la imagen misma de la expansión de los “soviets” por España y la implantación del nuevo gobierno proletario que debía acabar con la deriva reaccionaria que estaba tomando el gobierno de la República.
La realidad es que la difusión de la figura de las Alianzas Obreras como motor y volante director de la revolución se produjo con una todavía reducida implantación de la organización en el seno del proletariado industrial, lo que dificultó en ocasiones la traslación de estos consejos de obreros, de estos soviets, al seno mismo de la producción. Esta problemática a la hora de que esta tentativa de creación de consejos obreros se constituyera dentro del propio proceso productivo, generando estructuras en ocasiones más difusas y difíciles de coordinar, fue uno de los problemas que acabó marcando la incapacidad de continuar con el proceso revolucionario. El otro problema tiene que ver con la falta de una alianza con el campesinado, cuestión que refleja una resolución del CC del PCE publicada en Mundo Obrero el 17 de septiembre de 1934: “Las Alianzas Obreras surgen como órgano de una de las solas fuerzas motrices fundamentales de la revolución, la del proletariado -que es una fuerza dirigente-, pero ignora la segunda fuerza motriz fundamental que es el campesinado, sin cuya alianza no se puede asegurar el triunfo de la revolución”.
Aún con estos problemas, el estallido revolucionario se produjo el 5 de octubre de 1934 y, con él, durante dos semanas en Asturias se disolvieron las instituciones republicanas generando un auténtico poder obrero y campesino. La incapacidad de articular una réplica en el resto del Estado o los errores estratégicos tejiendo una alianza con sectores burgueses, como fue el caso de Cataluña entregando la iniciativa a Lluis Companys, acabaron dejando al norte peninsular con el único apoyo que la solidaridad articulada a través del Socorro Rojo Internacional y del Partido Comunista. En lo que respecta al anarquismo, la CNT y la FAI únicamente apoyaron el levantamiento en Asturias
Por contra, el Estado burgués, consciente del riesgo de la difusión revolucionaria y valiéndose de los mismos instrumentos represivos que estaban triunfando en otros países de Europa, trajo a las tropas militares coloniales para reprimir la revolución, que rápidamente pasó a ser un conflicto abierto entre la clase obrera armada contra los militares reaccionarios. La heroica resistencia de los obreros y obreras asturianas aún resuena en la historia de nuestra clase. Contamos por centenares, millares, los recuerdos que nos dejó “Asturias la Roja” en nuestro imaginario a través de nombres, lugares, imágenes y canciones que siguen presentes y vigentes en tanto que todavía no se ha acabado con las razones que llevaron, hace 90 años, a toda una región a alzarse en armas contra la injusticia.
Quizás si quisiéramos personificar la revolución de octubre, no se nos ocurriría mejor ejemplo que el de Aída Lafuente, a quien ya dedicamos un artículo en otro número de esta revista. La “Rosa Roja de Asturias” falleció el 13 de octubre, cuando aún no había cumplido los veinte años, y lo hizo junto a sus también jóvenes camaradas, defendiendo con una ametralladora una posición cercana a la ovetense San Pedro de los Arcos, que estaba siendo atacada por tropas de la Legión, comandada por Francisco Franco. Aída fue una de las más de mil obreros y mineros asturianos que perecieron entre el 5 y el 19 de octubre de 1934, referentes que dieron su vida por levantar la bandera de los soviets y por el poder obrero.
5. Las consecuencias de Octubre.
Las represalias autorizadas por el gobierno radical-cedista contra la clase obrera, especialmente la de Asturias, no se hicieron esperar y desataron el odio más salvaje por parte de la reacción. La brutal represión fue descrita por el Partido Comunista en los siguientes términos: “La sed de venganza de la burguesía y los terratenientes se ha convertido en una bestial orgía de sangre, en una ola de torturas inquisitoriales […] en un manicomio de terror, en un océano de sangre, lágrimas y luto”.
El balance de la represión dejó un total de 2.000 revolucionarios muertos, 7.000 heridos y 40.000 trabajadores presos en una clara muestra de que la burguesía, independientemente del color de la bandera que ondeara en los ayuntamientos, tenía claro quién suponía una amenaza a su dominio. No tardaron las organizaciones revolucionarias, con el Partido Comunista y el Socorro Rojo Internacional (SRI) a la cabeza, en articular la respuesta a esta represalia. En una nota emitida tras ser desbaratada la intentona revolucionaria, el SRI reclamaba la necesidad de articular un frente único en la organización de la solidaridad de clase, denunciando el carácter reaccionario que estaba tomando el gobierno burgués. Del mismo modo, el PCE intensificará su trabajo político para lograr la amnistía de los presos, así como también dedicó grandes esfuerzos en la ayuda a los presos y sus familias.
La enseñanza principal que se extrajo del movimiento insurreccional del 5 de octubre fue que, aún en un estado incipiente de organización, aún con un nivel de conciencia todavía primigenio, el amplísimo movimiento de masas que se había articulado bajo la bandera roja del poder de los obreros y campesinos había “dejado escritas gloriosas páginas en la historia de la revolución española”.
La barbarie sangrienta llevada a cabo por las tropas africanistas, bajo el mando del general Franco, mostraba que poco iba a temblar la mano al gobierno ante cualquier intento por parte de la clase obrera de dar pasos adelante en su emancipación y suponían un paso más en la deriva reaccionaria que estaban tomando ciertos sectores de la burguesía española. La posición tibia que adoptó el PSOE unido al rechazo de los partidos republicanos y regionalistas situaba al PCE como única alternativa real para la clase obrera y a la revolución como la única vía posible que transitar.
Conclusiones
Han pasado 90 años de la Revolución de Octubre de 1934, pero sus enseñanzas, a las cuáles se dedica un artículo entero en el presente número, siguen siendo válidas para los comunistas de hoy. A lo largo de este artículo hemos situado las principales causas y el desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, los comunistas decimos hoy, al igual que se dijo entonces, que aún no se ha librado la batalla decisiva y que no se apresuren a cantar victoria los verdugos del pueblo trabajador.
Si con algo hemos de quedarnos, es con esa primera experiencia histórica de poder obrero en nuestro país, con cómo las Alianzas Obreras tomaron cuerpo en los centros de trabajo, y cómo llegaron a convertir algunas fábricas y minas en auténticas fortalezas de la revolución. Citando la resolución con la que abríamos este artículo, “una nueva página se ha abierto en la historia del proletariado y de las masas campesinas de España. Hoy sabe por su experiencia que solamente bajo la bandera de los soviets es como podrá vencer. Los combates futuros se realizarán bajo esa insignia y se vencerá”.