Durante la madrugada del miércoles 14 de octubre en Las Rosas, en el distrito madrileño de San Blas, cuatro jóvenes se encuentran en la calle cuando empiezan a ser acosados, amenazados y posteriormente agredidos por otros dos jóvenes. Los primeros se defienden de los segundos, y finalmente consiguen hacerse con el control de la situación, protegiéndose del ataque de sus agresores.
Estos hechos, no obstante, no son casuales, pues responden a un intento de agresión perpetrado por dos nazis pertenecientes al grupo Bastión Frontal y llevado a cabo contra cuatro jóvenes marroquíes, que en esa ocasión fueron el blanco de las tristemente conocidas “cacerías”, cometidas por grupos nazis, fascistas y por la basura más reaccionaria de la sociedad. De hecho, poco antes de este episodio, la policía había incautado una navaja y una porra extensible a los dos nazis implicados, pero no hubo consecuencias más allá de eso y pudieron continuar con su “caza”, solo que en aquella ocasión encontraron respuesta a su odio y fueron ellos los que salieron mal parados.
Conviene recordar este suceso porque hace unos días hemos sabido que tres de los cuatro jóvenes han sido condenados cada uno a siete años de prisión, a pagar más de 4.000 euros en indemnizaciones y a una expulsión del país cuando cumplan buena parte de la condena, con una prohibición de regreso de diez años. Con esto, volvemos a comprobar el carácter de clase de la justicia burguesa y para qué sirven los tribunales y las condenas en el sistema capitalista: impunidad para las agresiones y los delitos de odio, castigo para quienes se defienden de ellos.
Llevamos ya demasiado tiempo viendo cómo la reacción campa a sus anchas en Madrid, envalentonada por discursos y acciones realizadas por VOX en todo el territorio nacional, pero alentada también por el PP en nuestra comunidad, con Isabel Díaz Ayuso a la cabeza. Son ya demasiados los ataques que sufren generalmente las personas inmigrantes en nuestro país, y particularmente los menores no acompañados, que no solo tienen que aguantar una precaria situación socioeconómica en un sistema que los explota, sino que además cargan con el estigma que los bravucones reaccionarios les ponen encima.
Además, mientras que el discurso del odio contra el inmigrante siempre está dirigido hacia los que viven en peores condiciones y hacia la clase obrera extranjera que emigra de sus países, se mantienen relaciones amistosas con las burguesías de esos países, pues con ello aseguran la posición del capitalismo español en el orden imperialista mundial, pese a que esas mismas burguesías sean responsables en sus países de auténticas barbaridades que empujan a la emigración a las capas sociales más empobrecidas.
Ante el fomento de los discursos de odio por parte de ciertos sectores de la burguesía y sus representantes políticos, ante el incremento de las repugnantes acciones llevadas a cabo por la escoria nazi-fascista y otros elementos reaccionarios, y ante el blanqueamiento de esas acciones y la doble vara de medir de la justicia en el capitalismo, los comunistas decimos basta. No cederemos ante sus ataques, y no dejaremos de denunciar todas estas problemáticas, que hunden sus raíces en la explotación capitalista. Cada ataque a cualquier extranjero de extracción obrera y popular por razones racistas es un ataque al conjunto de la clase obrera e, igualmente, en conjunto se ha de reaccionar.
Por ello, llamamos al conjunto de la clase trabajadora y a la juventud a acabar mediante la organización con cada agresión racista que pueda darse en nuestro barrio, en nuestro centro de estudios o en nuestro trabajo. Hoy es tan importante como siempre no ceder ni un solo espacio a la reacción y solo mediante nuestras propias fuerzas podremos construir un futuro libre de agresiones racistas.