Para estudiar el nacimiento y la historia de la Kommunisticheski Internatsional Molodiozhi (KIM), conocida en castellano como Internacional Juvenil Comunista (IJC), tenemos que dar unas pocas pinceladas previas al respecto de la situación histórica en que tiene origen, pues su conformación es paralela a toda una serie de procesos que acontecen en el interior del movimiento comunista internacional y que confluyen en la creación de la Internacional Comunista en el año 1919 y, con ella, la IJC.
Tenemos, por tanto, que remontarnos a la organización de los primeros movimientos socialistas juveniles, que nacen a principios del siglo XX al calor de las particulares condiciones de explotación y violencia capitalista sobre la juventud trabajadora. La represión en las crecientes huelgas y luchas obreras, el creciente militarismo, la instrucción obligatoria y los reclutamientos forzosos que convertían a los jóvenes obreros en carne de cañón enfrentada a sus hermanos de clase, son el detonante para la organización de los jóvenes socialistas.
Esta organización fue fomentada inicialmente por la II Internacional que, en su II Congreso, a propuesta de la comunista alemana Clara Zetkin, aprobaría una resolución en esos términos: en los de promover la organización y la educación política de los jóvenes socialistas. No obstante, como hemos explicado en diversos artículos en otros números, si bien la II Internacional suponía la recuperación de un centro dirigente del proletariado a nivel internacional, esto ocurría en un periodo de ascenso del oportunismo en gran parte de los partidos nacionales. La constitución de esa capa de obreros «aburguesados» a la que nos referimos con el término de «aristocracia obrera», base social del oportunismo, discurre paralela a la conquista por la clase obrera de derechos sociales y democrático-burgueses, que posibilitaron la acción legal de los partidos socialistas. La utilización principal de mecanismos legales de propaganda y acción política devino a su vez en una concepción y práctica política legalista y reformista.
Frente al oportunismo y al gradualismo de buena parte de los líderes socialdemócratas, entre los jóvenes obreros aumentaba la influencia de los postulados revolucionarios. Esto, en lo relativo a la relación de la II Internacional con el movimiento obrero juvenil, significó que buena parte de los líderes socialdemócratas se opusieran a las iniciales tentativas de creación de una estructura internacional juvenil, antes incluso del estallido de la guerra. En agosto de 1907, no obstante, se conforma en Stuttgart la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (UIJS), que se articuló como rama juvenil de la II Internacional y que llegaría a celebrar tres conferencias más: Copenhague (1910), Basilea (1912) y Berna (1915).
El estallido de la guerra en 1914 implicó un empeoramiento notable de las condiciones de vida de los y las jóvenes obreros, toda vez que en el movimiento obrero internacional agudizó las tensiones y supuso el deslinde de campos entre aquellos que apoyaron a sus burguesías nacionales a través de la firma de los créditos de guerra, y aquellos que se opusieron a que la clase obrera fuera enviada a morir bajo pabellón ajeno. En este escenario los y las mejores jóvenes socialistas trataron de abrir un camino independiente y separado del inmovilismo de una II Internacional que había cesado todos los trabajos de la UIJS. Así, la ya mencionada Conferencia de Barna en 1915 es antesala de la creación de la IJC, pues en ella, aunque sin romper con el socialchovinismo y el centrismo de la II Internacional, los jóvenes socialistas señalaron a la I Guerra Mundial como guerra imperialista.
Dos años después, la primera experiencia revolucionaria victoriosa del proletariado, la Gran Revolución de Socialista de Octubre, abrió una nueva perspectiva para la clase obrera internacional en la época del capitalismo monopolista. El nacimiento del Komsomol (UJCR) en octubre de 1918, como unión de las distintas expresiones juveniles ligadas al Partido Bolchevique, al calor de la revolución y bajo dirección de Lenin, Krupskaya y Sverdloy, sirvió de ejemplo e influencia para que el resto de partidos nacionales prestaran mayor atención al desarrollo de sus organizaciones juveniles.
La UJCR se convirtió así en modelo para las juventudes que surgían a lo largo y ancho del mundo, toda vez que la guerra imperialista agrandaba el abismo entre éstas, que se convirtieron en centro del agrupamiento de las fuerzas revolucionarias, y los partidos socialdemócratas: en las relaciones entre partidos y juventudes se expresaba una forma particular de la pugna histórica entre reforma y revolución, entre socialdemocracia y comunismo. El deslinde de campos en lo ideológico, político y organizativo, unido a la influencia del bolchevismo y la creación de la III Internacional en marzo de 1919, fueron el caldo de cultivo necesario para el surgimiento, ese mismo año, de la IJC.
El 20 de noviembre de 1919 se convocó una conferencia de la UIJS, en la que 29 representantes de 13 países se reunían ilegalmente en Berlín, representando a 219.000 miembros de las organizaciones juveniles. La conferencia decidió cambiar su nombre por «Internacional Juvenil Comunista». De este I Congreso sale publicado un programa conjunto para las juventudes comunistas de todo el mundo que buscaría su cohesión político-ideológica; y es en este programa que se reconoce a la IC como centro dirigente del proletariado en la lucha revolucionaria, reconociéndose también la IJC parte integrante de ella.
En este momento el movimiento juvenil se enfrentó al reto de superar los errores de concepción que habían germinado al calor de cómo se conformó históricamente. El papel que las juventudes habían ocupado como centro de agrupación de fuerzas revolucionarias sumado a la absoluta autonomía fruto del distanciamiento político e ideológico respecto a las referencias partidarias, implicaron que en algunos grupos y secciones de la IJC germinasen concepciones que propugnaban la independencia de las organizaciones juveniles, que se relacionarían con sus partidos a través de un contacto cercano y apoyo mutuo. Estas posturas fueron las mayoritarias en este I Congreso, encarnadas en la figura de su primer presidente, el comunista alemán Willi Münzenberg.
Fue a través del debate honesto y la guía política de los cuadros dirigentes del movimiento comunista internacional que se iría clarificando el papel de las organizaciones juveniles respecto de los partidos nacionales y su centro dirigente internacional. Fue precisamente la experiencia acumulada del Komsomol, sintetizada en posición política en dicho debate, lo que facilitó la compresión de la subordinación de la IJC a la Internacional Comunista y sus partidos. El II Congreso, celebrado en un primer momento en abril de 1921 en Jena, pero finalmente trasladado al mes de julio a Moscú, modificó los estatutos, hizo de la IJC una sección de la Internacional Comunista y fortaleció la relación de las secciones nacionales de la IJC con su Comité Ejecutivo. Fue en este congreso en el que se rechazó la tesis de la completa independencia del movimiento juvenil comunista respecto de los partidos, reconociendo el carácter dirigente de éstos sobre todos los destacamentos de combate revolucionario y aprobándose así, por tanto, la dirección partidista de sus organizaciones juveniles.
El debate sobre la independencia o no de las juventudes se expresaba también en el conflicto entre las posiciones «masistas», que defendían que éstas debían abrir sus puertas a cualquier joven, y las «vanguardistas», que defendían que debían ser organizaciones de vanguardia, es decir, partidos comunistas juveniles, y que por tanto debían estar conformadas por cuadros comunistas con un alto grado de preparación política y comprensión del comunismo científico. Ninguna de ellas aún acertaba definitivamente en el papel de la juventud comunista en el proceso de formación y educación política de los cuadros revolucionarios: un debate ya resuelto en el Komsomol cuando Lenin, en el III Congreso de la UJCR, clarificó el carácter de las juventudes como organización-escuela.
Claro que para hacer de las juventudes organizaciones de aprendizaje para el combate revolucionario era preciso intensificar su imbricación con los jóvenes obreros. Al hacer suyo el «¡A las masas!» del III Congreso de la IC, la IJC rompía con el sectarismo existente en buena parte de las organizaciones juveniles en un contexto de auge del izquierdismo en el seno del MCI. Lanzaba así a las y los jóvenes comunistas a la intervención en los espacios de vida y trabajo de la clase: «condensaba la táctica del frente único del proletariado en un momento de estabilización del capitalismo y de cierre del primer periodo de asalto del ejercito del proletariado internacional» (El papel de la Juventud Comunista en la preparación de la revolución socialista, 2022).
El III Congreso, celebrado en diciembre de 1922, profundizó en el nuevo rumbo adoptado en el congreso anterior. Se terminó de clarificar la relación de las juventudes respecto de sus partidos y de asimilar su carácter de organización-escuela, comprensión reforzada por la creciente influencia de masas de las secciones de la IJC fruto de la aplicación de la política de la Internacional Comunista. Los documentos de ese III Congreso lo explicaban así: «con la aparición de la Internacional Comunista y de los partidos comunistas en los diferentes países (…) son los partidos comunistas los que asumen para sí el papel de vanguardia que habían desempañado los jóvenes, en lo que concierne a la acción política independiente y a la dirección política (…). La tarea actual de la juventud consiste en reunir a los jóvenes obreros, educarlos en el espíritu comunista y conducirlos a las primeras filas de la batalla comunista. Ya pasó el tiempo en que la juventud podía limitarse a un trabajo en pequeños grupos de propaganda».
La referencialidad mundial del socialismo y la URSS, la superación del sectarismo y el reformismo por las organizaciones juveniles mediante la adopción de una linea de intervención dirigente entre las masas y la extensión de la IJC hacia los países con movimientos de independencia en las colonias, reforzaron la organización juvenil comunista en todo el mundo. La sujeción a la IC implicó, además, que en los Congresos de la IJC se concretasen las orientaciones generales del centro dirigente del comunismo internacional: así como el II Congreso de la IJC hizo suya la consigna «¡A las masas!» y la política del frente único, el III Congreso adoptó el acuerdo de la reorganización de su estructura de base, conforme a la política de la sectorialización en las ramas de la producción. Para el momento de la celebración del IV Congreso, el número de miembros de la IJC había aumentado en 860 mil.
El V y el VI Congreso, celebrados entre agosto y septiembre de 1928 y entre septiembre y octubre de 1935, respectivamente, serían los dos últimos que celebraría la IJC antes de su autodisolución en 1943. El elemento central de éstos sería la lucha contra el nazi-fascismo, su caracterización y la definición de una táctica de lucha contra la amenaza que suponía especialmente en Europa, culminando en la aplicación, en el VI Congreso de la IJC, de la política oficializada en el VII Congreso de la IC: la de la creación de los Frentes Populares. A pesar de que los errores de caracterización de la IC tuvieron también su manifestación en la IJC, los y las jóvenes comunistas tuvieron durante aquel periodo de la lucha de clases un papel fundamental, valiente, activo y audaz, en la lucha antifascista en todos los países.
La autodisolución de la IJC en 1943, a la par que la de la Komintern, dejó huérfano al movimiento juvenil comunista de una estrategia revolucionaria única, abriendo las puertas no sólo al diversionismo nacional sino que a la repetición de los errores de concepción que el Movimiento Comunista Internacional ya había superado. El 10 de noviembre de 1945 nacía en Londres la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD), a decisión de la Conferencia Mundial Juvenil convocada por el Consejo Mundial de Juventud, fundado durante la II Guerra Mundial por organizaciones juveniles de los distintos países aliados. La FMJD se convertiría en un espacio internacional de agrupación de juventudes comunistas y antiimperialistas y que hasta el día de hoy mantiene su actividad. Su importante papel, no obstante, no fue ni puede ser equiparable al de la IJC.
Hoy, que la guerra imperialista y la crisis vuelven a asolar Europa y el mundo, los jóvenes comunistas no podemos sino tomar los aprendizajes de nuestra propia historia de lucha y organización para construir en el presente la juventud comunista que necesita el momento histórico, que cumpla a su vez su papel en la tarea de recuperar un centro dirigente del proletariado internacional.