Este 18 de noviembre distintas estructuras estudiantiles convocan una jornada de lucha con movilizaciones en la mayoría de ciudades del país. Lo hacen contra las nuevas leyes de universidades, como la Ley de Convivencia Universitaria y la LOSU, pero también contra la situación general de vulnerabilidad de la juventud estudiante. A la reforma integral del sistema educativo se le suma la temporalidad y precariedad extremas en el mundo laboral y una cada vez mayor carestía de la vida con el precio de la luz subiendo al ritmo que lo hacen los problemas de salud mental entre los jóvenes.
Las muchas reformas educativas en los últimos meses vienen a adaptar el sistema educativo a las necesidades productivas del capitalismo contemporáneo, aumentando el grado de control directo de las empresas en la formación y en la toma de decisiones, ofreciéndoles mano de obra barata permanente a través del sistema dual y restringiendo la ya de por si estrecha democracia interna.
Como consecuencia de esta situación son cada vez más las estructuras que ven la necesidad de reactivar el movimiento estudiantil. La pandemia y la consecuente educación telemática y semipresencialidad ha favorecido la implantación de estas medidas sin posibilidad casi de plantar cara. El actual contexto de crisis, que tendrá serias repercusiones sobre las condiciones de vida de los hijos e hijas de la clase obrera incrementando la precariedad y los niveles de explotación que las nuevas leyes canalizan y apuntalan, exige que el movimiento estudiantil recupere su combatividad y fisonomía organizada.
Reactivar el movimiento estudiantil e iniciar un nuevo y victorioso ciclo de protestas pasa necesariamente por aprender de los periodos previos, por aprender de las luchas contra Bolonia o la LOMCE. Y un aprendizaje esencial es que sin toda una estructuración fuerte, sin todo un sistema de secciones y asambleas, sin una unidad trabajada desde la base con los trabajadores y trabajadoras y sin una unidad de acción a nivel estatal; los estudiantes estamos condenados antes de comenzar la batalla.
Es el momento de empezar a asociarse, de ampliar las fronteras del movimiento estudiantil, de incorporar al máximo número de estudiantes a la lucha y toma de decisiones. Es el momento de levantar muros de resistencia y lucha estudiantil en cada centro de estudios, es el momento de destapar la rabia e indignación contenida y canalizarla hacia la protesta y la organización, pues sin una estructuración permanente el primer impulso de la voluntad se dispersa.
Algunas estructuras como el Frente de Estudiantes y Estudiantes en Movimiento dieron ya el primer paso saliendo a la calle el pasado 6 de mayo. Este 18 de noviembre se suman más organizaciones como CREUP. Desde los CJC llamamos a cada joven estudiante, a cada asociación y estructura, así como a los jóvenes trabajadores de la enseñanza, a sumarse a la convocatoria y a tejer alianzas para seguir luchando y construyendo movimiento estudiantil y educativo tras la convocatoria.
Es momento de pisar las calles nuevamente, de desbordar los estrechos espacios de participación estudiantil y crear nuevos que de verdad recojan nuestra voz, de hacer de nuestras facultades, institutos y campus, una posición conquistada frente a la precariedad y la violencia del capitalismo.